Revista Científica de UCES
Vol. 29 N° 1 (Enero-Julio de 2024)
ISSN Electrónico: 2591-5266
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Sociología de la Universidad y Sociología de las Profesiones:
articulación conceptual y problemas actuales
1
José Luis Fliguer
2
https://orcid.org/0009-0005-4508-3780
jfliguer@uces.edu.ar
Fecha de Recepción: 2 de Mayo de 2024
Fecha de Aceptación: 3 de Mayo de 2024
ARK/CAICYT: http://id.caicyt.gov.ar/ark:/s25915266/vxm27u5k5
Resumen:
El presente artículo tiene por objetivo presentar los elementos necesarios para
comprender la relación actual entre la sociología de la universidad y la sociología de las
profesiones.
En primer lugar, se aclara la relevancia de un enfoque sociológico de la Universidad a
partir de los problemas planteados en la sociedad del conocimiento.
En segundo lugar, presenta los elementos conceptuales generados en la tradición
sociológica por Emile Durkheim y Max Weber, para aportar inteligibilidad a la Universidad
y las profesiones constituidas por los graduados de los establecimientos universitarios.
Seguidamente, se presenta el modelo de la sociología de la ciencia y la universidad
partiendo de los aportes de la sociología estructural funcionalista, destacando los aportes de
Robert K Merton y Burton Clark.
1
Este artículo fue publicado y evaluado por la Revista Prohominum e-ISSN -2665-0169, para el Volumen 6,
Nro. 2 correspondiente al período abril -junio 2024, atendiendo a los valores de cooperación interinstitucional y
esfuerzos conjuntos para la promoción y difusión del conocimiento científico.
2
Dr. en Educación, Especialista en Gestión y Evaluación de Instituciones Educativas Gestión y Evaluación de la
educación, Especialista en Políticas Públicas y Evaluación de la Educación Superior.
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En tercer lugar introducimos la articulación de la sociología de la Universidad y la
Sociología de las Profesiones, partiendo del esclarecimiento de la relación entre la
sociología de los sistemas universitarios, las diferentes modalidades de producción de
conocimiento y los diferentes tipos de habitus profesionales bien diferenciados: el científico
como profesión, el profesional liberal y el nuevo profesional emprendedor- innovador. Se
tratará de hacer visible que las distintas posiciones de estos tipos de profesionales se sitúan
de modo diferente con relación a los elementos del triángulo de coordinación del sistema
universitario.
Finalmente se discutila problemática emergente de las tendencias de las profesiones
en el mercado de trabajo.
Abstract:
The purpose of this article is to present the elements necessary to understand the current
relationship between the sociology of higher education and the sociology of the professions.
First, the relevance of a sociological study of higher education is made clear in view of the
problems raised by knowledge society.
Secondly, Emile Durkheim and Max Weber conceptual contributions to the tradition of
sociology are outlined to further the understanding of Universities and professions as
pursued by higher education graduates.
Next, a presentation is made of the model of the sociology of science and of higher education
based on the contributions of structural functionalism, focusing on the contributions of
Robert K. Merton and Burton Clark.
Thirdly, an articulation between the sociology of higher education and the sociology of the
professions is introduced and supported by the elucidation of the relationship between the
sociology of higher education, different modalities of knowledge production and distinct
types of professional habitus: science as a career, liberal professions and the new innovative
entrepreneurship. It is intended to make it apparent how these various professional profiles
perform differently in connection with the triangle of coordination in higher education
system.
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Finally discussed will be the emerging issues of trends in professions and careers in the
labor market.
Resumo:
O objetivo deste artigo é apresentar os elementos necessários para compreender a relação
atual entre a sociologia da universidade e a sociologia das profissões.
Em primeiro lugar, esclarece-se a relevância de uma abordagem sociológica da
Universidade com base nos problemas levantados na sociedade do conhecimento.
Em segundo lugar, apresenta os elementos conceituais gerados na tradição sociológica
por Emile Durkheim e Max Weber, para dar inteligibilidade à Universidade e às profissões
constituídas pelos egressos dos estabelecimentos universitários.
A seguir, é apresentado o modelo da sociologia da ciência e da universidade com base
nas contribuições da sociologia estrutural-funcionalista, destacando as contribuições de
Robert K. Merton e Burton Clark.
Em terceiro lugar, introduzimos a articulação da Sociologia da Universidade e da
Sociologia das Profissões, partindo da clarificação da relação entre a sociologia dos sistemas
universitários, as diferentes modalidades de produção de conhecimento e os diferentes tipos
de habitus profissional bem diferenciados: o cientista como profissão, o profissional liberal
e o novo profissional empreendedor-inovador. Procurar-setornar visível que as diferentes
posições deste tipo de profissionais se situam de forma diferente em relação aos elementos
do triângulo de coordenação do sistema universitário.
Por fim, serão discutidos os problemas emergentes das tendências das profissões no
mercado de trabalho.
Sociología de la Universidad
Augusto rez Lindo en su trabajo Universidad, conocimiento y reconstrucción
nacional (2003), propone un valioso análisis del origen y desarrollo de la educación
superior que resulta adecuado para analizar la pertinencia de un abordaje sociológico. Este
autor identifica algunas notas teóricas distintivas que constituyen un punto de partida
fenomenológico que caracteriza a la Universidad:
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“son entidades que realizan, o se proponen realizar, investigación científica para producir
nuevos conocimientos”,
“a diferencia de otras instituciones educativas, se plantean la justificación epistemológica
de los conocimientos que transmiten,
ofrecen diplomas de grado que habilitan a ejercer profesiones y
“organizan programas de posgrado para mantener la enseñanza en el máximo nivel de
actualización.”
Partiendo de estas especificaciones podemos enfocarnos en el abordaje sociológico de la
Universidad. Es oportuno decir que se ha abundado, como también lo hace Pérez Lindo,
sobre la historia de la Universidad y la relación con el surgimiento del estado moderno. Al
respecto, este autor identifica los modelos ideales que han guiado la formación de los
diferentes sistemas universitarios nacionales a partir de la aparición de la Universidad de
Bologna en el Siglo XIII. El modelo Humboldtiano Alemán, el modelo Napoleónico
Francés, la Universidad Británica y la Universidad “de los abogados” que caracteriza el
desarrollo inicial de las instituciones universitarias en Hispanoamérica, han sido
determinantes para la construcción de los sistemas actuales de Educación Superior, que hoy
son impactados por las dinámicas globales. Pero es claro que estos modelos han cambiado
de modo convergente, debido a la presión de los procesos de regionalización y globalización
de los que se han hecho eco los estudios de educación comparada y los estudios realizados
por los observatorios de educación superior. Estos han puesto sobre la mesa que la movilidad
de estudiantes, profesores, graduados y profesionales determinaron una agenda que orientó
un proceso necesario de articulación de los sistemas nacionales entre sí.
Por ello, la historia de las instituciones universitarias debería ceder el protagonismo
conceptual al saber sociológico. Si la sociología pone su objeto mediante el estudio
científico de las estructuras, formas de organización y comportamientos humanos en el
ámbito social, dicho abordaje resultará crucial para establecer las bases explicativas y
analíticas que permitan abordar a la universidad como objeto de estudio, sobre todo después
del advenimiento de la “condición posmoderna” en la Universidad.
La Universidad y las profesiones en las conceptualizaciones de la sociología clásica
Para cumplir con la meta de construir a la universidad como objeto sociológico, parece
adecuado tomar como punto de partida la obra de Emil Durkheim. Sus aportes fundacionales
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al campo se encuentran en su conocido trabajo sobre la división del trabajo social, donde
discutió las tesis evolucionistas de Herbert Spencer. Para Durkheim la tesis de que la
sociedad evoluciona naturalmente hacia una prescindencia del estado tendiente a relaciones
sociales orgánicas fue interpretada como un error. Las instituciones y normas son hechos
sociales positivos que son constitutivos de las estructuras funcionales identificables en la
división del trabajo social. Su célebre investigación sobre “el Suicidio puso de manifiesto
también el significado social de los procesos de anomia, lo que pondrá de manifiesto para
Durkheim la función social de la educación, en particular la educación moral. Ambos
trabajos inauguran un enfoque de las estructuras sociales, en el que normas y valores son la
amalgama de la cohesión social, destacando el carácter funcional de las instituciones
sociales y corporaciones. Su aporte central respecto de la cuestión universitaria se dirigió a
establecer el lugar de la sociología como una disciplina académica (Durkheim, 1985).
En el proyecto durkheimiano se cruzan la problemática pedagógica, la científica y la
política. Para Durkheim el sistema educativo garantiza cohesión social, a través de la
educación moral. A partir de sus investigaciones diagnosticó la necesidad de integrar
socialmente a los individuos a través de una formación moral que daría sustento a las normas
e instituciones, en tanto hechos sociales. Durkheim di en un artículo referido a la vida
universitaria parisina que:
“Una sociedad que aspire a gobernarse por sí misma necesita ‘luces’; una democracia no
sería fiel a su principio si no tuviera fe en la ciencia. Así, los años que siguieron a la guerra
fueron un hermoso período de ardor intelectual. Construir centros de educación superior
donde la ciencia encontrara lo necesario para desarrollarse, y desde los cuales pudiera
proyectarse al resto de la nación, fue la tarea del momento”. (Citado de Emiliozi y del Río,
2021).
La universidad napoleónica (el modelo profesionalista) no debe ocuparse de la educación
moral propiamente dicha, que debe ser objeto de las instituciones que la preceden en el
sistema educativo, pero juega un papel primordial en la formación moral: al esclarecer y
reforzar los principios morales fundamentales que caracterizan al proceso de cohesión social
y formación de ciudadanía.
Por otra parte Durkheim, en el prefacio a la segunda edición de “La división del trabajo
social, observará que los dos factores de mayor relevancia que aseguran el
desenvolvimiento normal de la sociedad industrial son: a) la existencia de una regulación
moral en las actividades económicas, y b) la ausencia de coacciones de una clase sobre otra
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y/o de limitaciones para que los individuos ocupen posiciones de acuerdo con sus talentos
naturales. Estos dos factores de la división del trabajo al tornarse anómalos, son
caracterizados respectivamente como anómico y coactivo. Durkheim sitúa el análisis del
desarrollo de las corporaciones profesionales como una fuerza capaz de contrarrestar sólo
los efectos perversos de la primera y, por tanto, deja planteados interrogantes sobre la
formación de los agrupamientos profesionales que el mismo no desarrolló (Durkheim,
1985).
De este modo Durkheim diagnostica en sus tesis sociológicas una tensión en el papel de
integración universalista y la especificidad de las corporaciones científicas y profesionales
que caracterizan la dinámica universitaria, anticipando las conclusiones de los estudios de
autores posteriores como Merton, Clark y Bourdieu. Así, la sociología emerge como una
disciplina destinada a reflexionar no sólo sobre la imposición de lo social sino, más bien,
sobre las formas de interiorización de esa imposición en los individuos. El análisis
sociológico de la universidad nos alerta sobre la tensión entre el programa universalista
formador de ciudadanía y la lógica corporativa de las profesiones que se forman en la
universidad como efecto de la división social del trabajo.
El segundo autor imprescindible en este análisis es Max Weber. La problematización de
la cuestión universitaria por Weber se encuentra determinada por su teoría de la burocracia
racional desarrollada en varias de sus obras, aunque su fundamento se localiza en su tratado
Economía y Sociedad (1984). También, como veremos, serán decisivas las hipótesis
sociológicas propuestas en “La ética protestante y el espíritu del capitalismo” (1955) en el
que analizará las ventajas y desventajas de la universidad como empresa racional. Para
Weber, a diferencia de Durkheim, la cuestión central a responder respecto de la cohesión
social no son los hechos normativos, sino el modo en que los individuos otorgan sentido a
su experiencia individual, lo cual tiene lugar en el marco de un proceso de creciente
burocratización, de racionalidad y eficiencia, que domina la vida social capitalista.
Por lo tanto, la teoría de la acción social de Weber pone el énfasis en el concepto de
racionalidad, por medio del cual se formulan los modelos teleológicos y de interacción
social que tendrán un impacto significativo en la teoría sociológica. Estos serán utilizados
para caracterizar a la acción conforme a los fines que orientan al sujeto de la acción: a) como
racional-axiológica, orientada por valores; b) como racional-teleológica, orientada por la
utilidad; c) como acción racional-afectiva, orientada por metas emocionales; y d) como
acción racional-tradicional, determinada por una costumbre arraigada.
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Weber se aproxima al problema universitario a través de la comparación entre el modelo
Alemán apoyado en las tesis de Von Humboldt y la Universidad Norteamericana. Su
enfoque problematiza el modelo estadounidense percibiendo en él un esquema en conflicto
con el ideal de una universidad apoyada en la investigación científica. En primer lugar la
Universidad Norteamericana reproduce la separación entre productor y medios de
producción, típicos de la empresa capitalista. Esta cuestión es problemática tratándose de
una institución como la Universidad que, por la lógica de su empresa, debe vincularse al
Estado de un modo u otro.
A esta mirada crítica Weber agrega la cuestión de la educación universitaria tal como es
vista en ambos países. En el Poder del Estado y la dignidad de la vocación académica
(1990), Weber afirma que la ciencia en tanto ocupación vocacionalmente orientada se
sostiene en el científico como un agente cuyo ethos es garante de la actividad. Debido a ello
la estructura organizacional de la universidad debe soportarse en cátedras cuya actividad se
centra en una ética que renuncia a los presupuestos y convicciones en pos de garantizar la
claridad y objetividad del conocimiento de las ciencias que se practican. La probidad
intelectual del profesor titular de la cátedra universitaria es, para él, la garantía del logro de
las metas de la actividad científica.
Para iluminar esta cuestión resulta central clarificar la noción de Beruf (profesión).
Weber se orienta a trabajar este concepto incorporando la noción de sentido, distanciándose
en esto del positivismo de Durkheim. Weber procura así esclarecer la construcción de los
procesos de reconocimiento identitarios involucrados en el desarrollo de la acción social.
En el concepto de profesión se yuxtaponen el sentido religioso y el profano de esta noción
heredada de la ética protestante que, según Weber, permiten comprender las condiciones de
emergencia del espíritu del capitalismo (Weber, 1955).
La mirada crítica del modelo universitario estadounidense es tributaria, en cierto modo,
de su muy conocida oposición entre Ciencia y Política. Por un parte, la política como
vocación se sostiene en una ética de la convicción dirigida a valores que no se centran en
las consecuencias de los actos, sino principalmente a la idea de bien o vida buena de quien
sostiene el acto político. Weber opone a esta idea de Beruf en política, la ética de la
responsabilidad en la que se funda la ciencia como vocación, en tanto la profesión científica
se propone hallar, a través de la analítica de los hechos, las consecuencias objetivas de las
decisiones tomadas en la acción social.
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En la Universidad norteamericana Weber encuentra que esta escisión entre la formación
de un dirigente y un científico queda desdibujada por que el espíritu de la “democracia”
americana, que propone al sistema universitario como formador de deres. El profesor en
la universidad norteamericana, sostiene Weber, deberá responder a la pregunta ¿Qué ofrece
la ciencia como verdaderamente positivo para la vida práctica y personal? La ciencia ofrece
conocimientos sobre la previsión que permite el control técnico de la vida y métodos para
pensar pero, aun así, surge la pregunta sobre el concepto de profesión: si la ciencia es una
profesión y la política es una profesión en la sociedad democrática, ¿de qué se trata entonces
el ethos profesional de la Ciencia y como se relaciona este con la Universidad?
Este ethos responde Weber, se instituye como “deber profesional” fantasma de pasadas
ideas religiosas. Respecto de la conceptualización de profesión en el campo específico de la
ciencia (Weber: 1990) afirma: 1) que en un sentido externo la ciencia como profesión se
organiza en una dimensión material institucional, a través del ingreso a la carrera científico-
académica, el dominio del conocimiento, la remuneración, etc., y 2) pero en otro sentido se
sostiene en una visión altamente “subjetiva” de uno de los aspectos de la profesión, al
apoyarse en el papel del “talento personal”, que se expresa en “vocación interior para la
ciencia”. Por otra parte, la oposición entre el político y el científico resulta relativa, ya que
concurren en la formación de los diferentes tipos de profesionales.
Weber concluye que todas las estructuras profesionales se deben considerar como
resultado de tres aspectos: 1) la articulación estamental de cada grupo profesional; 2) el
juego de las oportunidades estamentales, y 3) las formas de educación que se crean para
determinadas profesiones, la ciencia por caso, que requieren preparación intelectual
superior.
Sociología de la Ciencia y Sociología de la Universidad
Quien intento precisar la estructura del ethos de la profesión científica fue el sociólogo
norteamericano Robert King Merton, quien realiza una lectura sociológica de las
comunidades Científicas. La concepción de Merton es deudora de Dukheim a través de la
tradición estructural-funcionalista cuyo principal exponente norteamericano fue el
Sociólogo Talcott Parsons. Continuando el pensamiento de Durkheim, Parsons consideraba
centrales a las corporaciones profesionales como productoras de la cohesión social, siempre
consideradas en tensión con las lógicas del mercado. Según Parsons tres aspectos
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caracterizan al profesional. En primer lugar, el profesional que ofrece servicios a pacientes
o a clientes, lo hace de un modo diferente al hombre de negocios que busca su provecho
personal vendiendo productos a consumidores. Lo propio del profesionalismo es la
referencia a la legitimidad científica que es universal por oposición al particularismo. En
segundo lugar, destaca Parsons el papel de la autoridad profesional que es parte de una
estructura sociológica particular, se funda sobre una competencia técnica en un dominio
definido y particular. La autoridad implica que el cliente del profesional debe reducir su
confianza a un dominio limitado a sus competencias. Por último, Parsons insiste sobre la
neutralidad afectiva del actuar profesional que, por sus características, se opone la
dimensión emocional implicada en las acciones tradicionales y carismáticas propias de las
esferas familiares, religiosas o políticas (Parsons, 1939).
En el enfoque de Parsons como en el de Durkheim, las profesiones son integradoras del
sistema social por lo que permiten el ordenamiento de una estructura capaz de permanecer
en el tiempo, en equilibrio con otros subsistemas con los que cohesiona. Merton parte de
ese enfoque, pero su originalidad consistió en construir una aproximación que cambiaría la
sociología norteamericana, conocido como el enfoque de “teorías de alcance medio”. Esta
retoma los legados de Durkheim y Weber, pero construyendo un campo de investigación
que se ubica a medio camino entre la microsociología (teoría de los pequeños grupos) y la
macrosociología. Su teorización sociológica de la ciencia se sitúa justamente en ese nuevo
nivel de investigación y teorización.
El enfoque de la Ciencia de Merton se interesó en el espacio en que se desarrollan las
interacciones entre las estructuras sociales, las estructuras culturales y el subsistema
científico. Su estrategia fue llevar a cabo una extensa investigación, explicando algunas de
las causas religiosas de la Revolución científica, siguiendo en esto el impulso weberiano,
pero también -en consonancia con Durkheim- procu explicitar las normas que regulan la
existencia de la corporación científica. Las normas mertonianas de la ciencia se
constituyen entonces como un conjunto de ideales que indican los objetivos y métodos que
deben seguir los científicos en su colusión al interior de la comunidad científica. Estas son:
1) Universalismo: norma según la cual las pretensiones de verdad son evaluadas en
términos de criterios universales o impersonales y no con cualquier tipo de sesgo de religión,
clase, nacionalidad o género; 2)"Comunismo"; la propiedad común de los descubrimientos
científicos, como patrimonio de un acervo universal y según la cual el reconocimiento y la
estima son los únicos retornos sustantivos; 3) Desinterés: según el cual los científicos son
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recompensados por actuar de una manera aparentemente desinteresada; y 4) Escepticismo
organizado: todas las ideas deben ser probadas y están sujetas a un escrutinio comunitario
por la revisión de pares riguroso y estructurado (Merton, 1977).
Merton y sus discípulos dedicaron esfuerzos al estudio de la relación entre el ethos de la
ciencia y el funcionamiento de su sistema social, encontrando efectos paradojales de los que
surgen conflictos funcionales. Fenómenos como la obliteración del científico por la
relevancia de su descubrimiento o el conocido “efecto Mateo. Este último se refiere al
funcionamiento del sistema de estímulos y recompensas de la corporación científica, en la
medida en que los científicos de mayor reputación acumulan crédito en desmedro de
científicos que no han acumulado prestigio, sin importar la relevancia real de los aportes.
La sociología mertoniana resulta de este modo un insumo relevante para el armado de un
abordaje sociológico del sistema universitario.
En nuestra perspectiva, la lectura sociológica de los sistemas de educación superior tiene
como principal exponente a Burton Clark. Este sociólogo neoyorquino fue quien mejor
utilizó el análisis de las tensiones entre el ethos de la ciencia y el sistema científico realizado
por Merton, para fundar un marco de análisis ampliado al tratar al problema universitario.
Es oportuno señalar que, más allá de la íntima relación entre la Universidad y el sistema
científico, la lógica universitaria excede a la corporación científica, incorporando en su
funcionamiento otras lógicas del aparato estatal, dado que constituye el ápice superior del
sistema educativo.
El libro de Clark que más influencia ha tenido en el estudio del medio universitario es
El Sistema de Educación Superior (1983). Libro que avanza en el estudio de las entidades
organizacionales llamadas Universidades adoptándolas como las unidades de análisis más
adecuadas para abordar el estudio del sistema. En la época donde Clark inicia su camino,
politólogos, economistas y especialistas organizacionales abordaron el estudio de la
singularidad universitaria de modo parcial, sin captar su especificidad.
Siguiendo a Weber, sostiene que la Universidad debe tratarse de modo diferenciado de
las empresas productivas. Clark propone un abordaje que le permitió interpretar la división
del trabajo, las morfologías estructurales de las universidades y su organización sistémica.
En última instancia el análisis del establecimiento universitario abre el camino para estudiar
el sistema que organiza y gobierna el sistema de educación superior, cuestión crucial para
entender la articulación entre el sistema científico y las corporaciones profesionales.
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El análisis de Clark diferencia tres niveles: 1. Un análisis de nivel micro e internista:
estudia lo que ocurre en el marco institucional con la cátedra, la facultad y el departamento;
2. Un nivel sistémico: estudia los procesos que ocurren a nivel del sistema de educación
superior, y sus diferencias con otros sistemas organizacionales; y 3. Un análisis
comparativo: confronta lo que ocurre en diferentes países en torno al sistema de educación
superior.
Para Clark (1983, pp.49-50), “los fines se generan al constituirse los grupos académicos
en torno a determinados cuerpos de conocimiento, es decir que los objetivos realmente
operantes emergen de la relación entre la organización de los individuos y la organización
del conocimiento”. Partiendo de esta constatación pueden identificarse las grandes y
permanentes estructuras matriciales de los sistemas académicos y conceptualizar y evaluar
su actividad. La educación superior tiene que centrarse en las disciplinas, pero
simultáneamente necesita constituirse bajo la forma de establecimientos (Clark, 1983,
pp.59-60). A su vez los establecimientos se organizan bajo un sistema político y normativo
validado por el Estado. Por lo tanto el sistema de educación superior, según Clark, identifica
como la materia prima de la organización universitaria al conocimiento siendo las
principales tecnologías que lo sustentan los procesos de investigación y de enseñanza.
Como dijimos, el conocimiento para el análisis desarrollado por Burton Clark es la
materia prima de la organización universitaria. Ese punto de partida del análisis tiene
importantes consecuencias. En primer lugar, su carácter es especializado y a la vez abierto
a otras organizaciones, debido a que la comunidad académica consiste a partir de su
autonomía y pretensión universalista. La organización universitaria resulta entonces en una
estructura débil cuyos mecanismos de control son difusos, por lo que Clark las identifica
como una anarquía organizada. Entonces el establecimiento universitario se presenta
como integrado por un conjunto de campos disciplinarios y profesionales que coexisten en
su diversidad. Como consecuencia de ello, las actividades académicas dentro del sistema de
educación superior se agrupan y distribuyen de dos maneras: por disciplinas y por
establecimientos. El establecimiento reúne especialistas de diferentes disciplinas en una
localización física. La disciplina se organiza por campo de conocimiento en un sistema
nacional pero también internacional. Disciplinas y establecimientos convergen en unidades
académicas: la cátedra, el departamento y el instituto. Finalmente, la docencia y la
investigación se distribuyen y vinculan por especialidad. Por ello los académicos se integran
alrededor de conocimientos especializados, en unidades débilmente acopladas entre sí.
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En el análisis de la organización deben diferenciarse niveles de autoridad del sistema:
1ero. Departamento o Cátedra; 2do. Facultad o Escuela; 3ero. Establecimiento
Universitario; 4to.sistemas unificados de varios campus; 5to. Gobierno provincial o
municipal; y 6to. Gobierno Nacional. El 1ro y 2do nivel conforman la “infraestructura del
sistema”; el 3ro el núcleo de la “estructura intermedia”; y los niveles 4to, 5to y 6to son
niveles de administración y coordinación global del sistema (Clark: 1983).
Al adoptar el análisis global del sistema, puede verse que su integración se apoya en los
tres polos de coordinación que tienen que ver con los modos de distribución de la autoridad:
Estado, mercado y oligarquía académica. Dichos polos de integración están vinculados al
poder y a la hegemonía de distintos grupos de interés en cada caso, de acuerdo a las
características e historia del país. Clark destaca que en la coordinación se presentan tres
tipos de agente: 1) Los académicos; 2) La burocracia estatal, 3) El mercado (como opuesto
a la coordinación burocrático-estatal).
De este modo, para Clark el sistema de educación superior es coordinado dinámicamente
por un triángulo:
La dinámica de la coordinación del sistema puede estudiarse por las tendencias a un
avance de la coordinación burocrático-estatal y del mercado sobre la coordinación
académica, lo que ha llevado a amplios debates.
El juego dinámico de la coordinación establece que: 1) Cuando están fortalecidas las
formas políticas y burocráticas de autoridad, las IES están condicionadas por los
mecanismos de regulación establecidos por el gobierno; 2) Si lo que prima es la
coordinación del mercado, serán las demandas de los estudiantes, de las empresas y otros
grupos de opinión, las que impacten en la definición de las políticas de las IES; 3) Por el
Autoridad Estatal
(Ministerio-Agencias
de Calidad)
Mercados
(Empleadores,
colegios profesionales)
Oligarquía Académica.
(Comunidad Científica
mertoniana)
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contrario, cuando la autoridad de coordinación es interna a la propia IES, serán los
profesores los que definan el rumbo político y administrativo de la institución.
Vemos que una problemática central de la coordinación sistémica de la Educación
Superior, ya presentes en los planteos de Weber al confrontar el sistema Alemán y el
Americano, era la coordinación funcional de la autonomía de la comunidad científica con
de la coordinación estatal y las presiones del mercado. Según vimos, su mirada pone al
descubierto la fragilidad de la autonomía de la comunidad científica y su ethos como
garantes de la idoneidad de los saberes. El esclarecimiento de la cuestión formulada por
Weber requiere una distinción entre la autonomía académica y la institucional. La
académica se vincula con la capacidad de cada académico de enseñar e investigar de acuerdo
con sus propias ideas. La institucional hace referencia a la capacidad de la comunidad de
académicos de autogobernarse.
La cuestión de la función de la comunidad científica -que en Clark se identifica con la
oligarquía académica- en el gobierno de la Instituciones de Educación Superior constituye
una de las razones que provocaron la emergencia contemporánea de los sistemas de
aseguramiento de la calidad universitaria. A través de la institución de estos sistemas se
procuró que todos los agentes del triángulo de coordinación participen en la evaluación de
los procesos y resultados de establecimiento universitario, preservando la autonomía
académica de la comunidad universitaria, pero efectuando un accountability del desempeño
de los establecimientos universitarios en el marco de requisitos sistémicos de calidad.
Entre las tendencias actuales del sistema universitario ha emergido un nuevo modelo
universitario: la “universidad emprendedora” (Aibar, 2023, p.148). Este nuevo tipo
universitario es producto de un cambio en la lógica del conocimiento que se viene
desarrollando desde el llamado giro posmoderno en la validación y gestión del conocimiento
que enfatiza el papel de la tecnología. En el informe que el sociólogo y filósofo Jean-
François Lyotard escribió con relación a la reestructuración de la Universidad de París,
publicado como La Condición Posmoderna propone una nueva serie de parámetros para
evaluar la actividad universitaria. Entre ellas, Lyotard puntualiza tres cuestiones centrales:
a) que la verdad y validez de las teorías ha devenido performatividad; b) la centralidad de la
mediación tecnológica en los procesos de enseñanza; y c) la penetración de los valores de
la empresa productiva en la lógica del sistema universitario. Este texto de Lyotard intentaba
incorporar a la universidad francesa el modelo norteamericano de innovación tecnológica
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que se originó en el proyecto Manhattan y maduró en las experiencias de Silicon Valley y
el MIT en la incubación de empresas tecnológicas (Lyotard, 1987).
El referido modelo norteamericano apoyado en lo que Barbrook y Cameron (1996)
identificaron como ideología californiana se sostiene en la premisa del modelo lineal de
innovación. La aceptación de la ecuación Investigación + Desarrollo + Innovación
productiva generaría, según esta concepción, un impacto social positivo, introduciendo en
el pensamiento universitario un nuevo ethos, incorporando la lógica emprendedora como
núcleo identitario. Esta nueva lógica de capitalismo académico multiplica el peso del valor
del management en la gobernanza universitaria y plantea la necesidad de capacitar al
profesorado y a los investigadores en competencias para la innovación y el
emprendedurismo. El modelo de universidad alineada con el proceso de innovación
funcionaría de acuerdo a la propuesta original de la triple hélice” (Etzkowitz y Leydesdorff,
2020), que impulsa una vinculación virtuosa entre tres actores: universidades, empresas y
gobierno. Si bien el modelo de la triple hélice puede acoplarse al triángulo de coordinación
propuesto por Burton Clark, la lógica del capitalismo académico cuestiona el peso de la
oligarquía académica en la gobernanza universitaria ya que sus valores mertonianos resultan
refractarios al ethos emprendedor.
En efecto, la trayectoria de los científicos no pondera como relevantes la formación de
capacidades emprendedoras, y la autonomía académica es refractaria a la cooperación y
coordinación con el mundo empresario, limitando el acceso a patentes y modelos de utilidad.
En su nueva perspectiva, la Universidad Emprendedora debería asumir el desafío de una
gobernanza con mayor peso de los gestores en desmedro de los académicos y asumir una
transformación activa del modo de organización para facilitar la cooperación con el mundo
empresario. El avance de una relación más activa con los usuarios y posibles adoptantes de
los desarrollos tecnológicos, como también con los organismos no gubernamentales
vinculados con el cambio ambiental y la sustentabilidad, abrirían a modelos identificados
con una cuarta y quinta hélice respectivamente. Con relación a este proceso los sistemas de
aseguramiento de la calidad han pasado a discutir la incorporación de los stakeholders en
los procesos de evaluación de la calidad universitaria, tendencia que actualmente continua.
Universidad y Profesiones en el contexto actual: nueva dinámica del conocimiento
entre la Ciencias, la profesión liberal y el imperativo de innovación
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Un aporte esclarecedor del abordaje sociológico del sistema universitario es mérito de
Pierre Bourdieu en su ya clásico, Homo Academicus (2008). Este trabajo, partiendo del
singular aparato conceptual de Bourdieu, intenta responder a la cuestión planteada por
Durkheim y reflexionar sobre las formas de interiorización de esa imposición normativa
en los individuos”, pero lo hace incorporando la problemática de Weber a través de una
dialéctica entre las nociones de Habitus y Campo. El campo académico es un espacio social
que estructura las interacciones mientras que el habitus es la forma en que los individuos y
los grupos reproducen el comportamiento estructurado en el campo académico
construyendo sus identidades, aunque también las modifica. Con una inspiración afín el
antropólogo de la ciencia, Tony Becher desarrolla un análisis de la configuración de los
campos que estructuran las comunidades universitarias a las que denomina tribus y
territorios académicos”. En esa investigación sostiene que “se pueden encontrar estructuras
identificables en la relación entre las formas de conocimiento y la sociología de las
comunidades asociadas con ellas. A diferencia de Bourdieu que recortó su investigación a
las facultades de Letras y Ciencias Humanas, Becher (2001) realizó una indagación más
amplia que permite un análisis de los campos estructurados en la ciencia como profesión y
aquellos campos cuyos miembros desarrollan su actividad y estructuran sus habitus y poder
social afuera de la institución universitaria.
Becher presenta este fenómeno mediante una clasificación sugerente. Por una parte,
señala que las comunidades científicas, desde el punto de vista epistemológico se
estructuran por grandes temas que ordenan los problemas y programas de investigación y
por segmentos que se distribuyen por áreas y por especialidades. Por otra parte, en los
campos de conocimiento encontramos disciplinas puras y duras como las llamadas ciencias
exactas, las puras blandas como las diferentes humanidades en sus campos básicos y luego
las ciencias aplicadas que pueden ser calificadas tanto de duras como de blandas. Becher
señala que los valores mertonianos a nivel socio-organizacional son traccionados
habitualmente por el paradigma de las ciencias puras y duras. A nivel socio-organizacional,
sin embargo, las diferentes comunidades científicas presentan peculiaridades. Por ejemplo,
se ordenan como comunidades disciplinarias cuya organización se estructura ante diferentes
escenarios: al interior de las universidades, en asociaciones científicas, en colegios
profesionales y en redes. Estas comunidades pueden ser convergentes o divergentes (en los
temas y especialidades) con relación a los marcos disciplinarios, con campos de
investigación urbana (muchos investigadores concentrados en temas yuxtapuestos o
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próximos) o rurales (con investigadores distribuidos en temas o problemas que no
concentran muchos investigadores). Desde el punto de vista de las redes sus concentraciones
pueden ser tupidas o flojas. Cada campo disciplinar podrá caracterizarse por tipos de
comunidades, densidades de investigación y tipos de redes que le son características.
Al abordar el tema de las ciencias aplicadas nos ubicamos ya en la cuestión de la
sociología de las profesiones. El tipo de comunidades y redes que estas configuran serán
decisivas para considerar el modo en que las aplicaciones de diferentes especialidades se
desarrollarán en el marco de los sistemas universitarios y en el tipo de habitus que
caracterizan a los profesionales que las integran. En efecto, Weber señalaba en La ciencia
como profesión (Weber, 2009) que la vocación científica se vinculaba a una ética de la
responsabilidad en función de la aplicación del conocimiento. Dicha aplicación, no obstante,
se realiza a través de profesionales que, formados por las universidades, se dedican a
resolver problemas en la sociedad (o el mercado) utilizando el conocimiento validado en la
lógica del marco de la disciplina universitaria. Complejizando este escenario, dada la
configuración actual del mundo profesional, puede desplegarse el argumento de Weber en
la relación entre el habitus profesional y el modo de producción de conocimiento en que
este se forma.
Michael Gibbons (Gibbons et alt, 1994) ha planteado como problema el modo de
producción de conocimiento para así identificar nuevas modalidades de desarrollo. El Modo
de producción de la ciencia tradicional, identificado por Gibbons como Modo 1, se
caracteriza por el papel preponderante de las asociaciones de científicos; ellos son quienes
determinan de modo autónomo qué se constituye en conocimiento y a qué se le puede
considerar problema académico o de investigación; desarrollan actividades como congresos,
investigaciones (teórica o aplicada) y realizan publicaciones (libros, revistas, etc.),
promoviendo esas actividades por fuera del establecimiento universitario. Este tipo de
organización instituye redes que integran al científico como profesión, de acuerdo al uso de
Weber. Esta investigación, argumenta Gibbons, tiene por objetivo el desarrollo de la
disciplina y sus parámetros de calidad son académicos. La socialización del conocimiento
de este modo 1 se realiza por medio de publicaciones de libros o de revistas especializadas,
lo que limita su difusión y sus posibilidades de aplicación.
Junto a esa modalidad tradicional, Gibbons caracteriza un Modo 2 de producción de
conocimiento que se desarrolla incrustado en sus contextos de aplicación. El carácter de este
conocimiento puede ser interdisciplinar e incluso transdisciplinar. Posee responsabilidad y
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reflexividad social y el control de calidad depende del espacio institucional y la organización
de la investigación, en general, transcurre en espacios extrauniversitarios pertenecientes a
otros organismos del estado o a empresas y corporaciones privadas. Recientemente
Carayannis y Campbell (2012), a partir del estudio de los modelos de Gibbons, proponen
un nuevo modo de la producción del conocimiento, al que denominan Modo 3. Dicha
modalidad se fundamentaa en el enfoque de sistemas para la creación, difusión y
utilización de conocimientos en redes de innovación. Las redes de innovación se dibujan a
partir de agentes reales y utilizan infraestructuras virtuales: su operación serviría para
alimentar la creatividad, activar la invención y fomentar la innovación en el sector público
y/o empresas privadas que configurarían “Agrupaciones de Conocimientos” como ámbitos
co-especializadas, que se complementarían y reforzarían mutuamente. Los activos de estas
redes generan un conocimiento en la forma de "conocimiento de las existencias" y
"conocimiento flujos" desarrollando ecosistemas de innovación. Por supuesto el actor de
estos procesos, no tiene una concepción identitaria académica sino que se trata de un
profesional emprendedor- innovador formado s allá de la concepción de la ciencia y el
ejercicio liberal de la profesión.
Si bien es verdad que, como dice Pérez Lindo, es parte de la función universitaria el
ofrecer diplomas de grado que habilitan a ejercer profesiones, no es verdad que todos los
diplomas sean habilitantes para el ejercicio de una profesión. Las nuevas titulaciones que
iniciaron su expansión y diversificación a partir de la década de los 90 y que ha continuado
en el siglo XXI, se encuentran vinculadas al ejercicio de actividades no reguladas que se
transforman en titulación universitaria. Estas actividades, cuyo ejercicio requiere formación
universitaria y se encuentran en constante transformación por impulso del desarrollo
tecnológico, son personificadas en el profesional emprendedor-innovador.
Flores y Gray, en el ya clásico trabajo “El espíritu emprendedor y la vida Wired: el trabajo
ante el ocaso de las carreras” (Flores y Gray, 2012) habían destacado la figura identitaria
del emprendedor como relevo del profesional liberal para el desempeño de la fuerza laboral
calificada en una sociedad centrada de la innovación permanente. Como ya hemos señalado
el emergente proyecto de un establecimiento universitario centrado en el modelo de
“universidad emprendedora” rebasa el modelo de la profesión liberal. En gran medida el
modelo 2 de producción de conocimiento de Gibbons se articula a la identidad
emprendedora y “la vida Wireden la que una trayectoria profesional errante a través de
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diferentes proyectos acumula un know how que simboliza la diversidad de trayectorias del
profesional contemporáneo en el mercado de trabajo.
Llegados a este punto del argumento, es preciso decir que las profesiones liberales,
incluso las más tradicionales como la abogacía, la Medicina, la Ingeniería, la Psicología,
entre otras, son campos de conocimiento cuya producción se encuentra incrustada en el
campo de aplicación. A pesar de haberse originado en la tradiciones decimonónicas de la
Universidad, la formación y el ejercicio de la profesión se realizan fuera de la Universidad
en otros organismos del estado y las características epistémicas y modelos epistemológicos
de este conocimiento profesional ha sido idealizado y traccionado por los modelos de la
ciencia básica pura como señala Becher. No obstante, este modo de producción de
conocimiento se encuentra muy alejado de los grandes modelos puros de las ciencias físico-
matemáticas o la filosofía que constituyen las disciplinas paradigmáticas de dichos ideales
en ciencias naturales y ciencias humanas, respectivamente.
Si como correctamente señala Pérez Lindo, las Universidades se caracterizan por ofrecer
programas de posgrado para mantener la enseñanza en el máximo nivel de actualización, las
carreras tienen finalidades de formación diferente según se trate de posgrados dirigidos a la
formación científica o a la formación profesional. Esta diferencia existe en todos los
sistemas universitarios. El posgrado científico es identificado con el posgrado en ciencias
(en el mundo anglosajón) o académico (en Iberoamérica) contraponiéndose al posgrado en
artes (en el mundo anglosajón) o profesional (en Iberoamérica). A pesar de matices y
diferencias en las distintas tradiciones disciplinares y nacionales, son los doctorados las
carreras que preparan por excelencia para el desempeño en la profesión científica y las
maestrías y/o especializaciones las que habilitan para el ejercicio en las profesiones
liberales.
Los colegios profesionales son las instituciones extrauniversitarias en las que se reúnen
las comunidades académicas cuyos egresados son profesionales liberales. Un colegio es una
asociación de carácter profesional y gremial integrada por quienes ejercen una profesión
liberal y que suelen estar reconocidos o controlados por el Estado (constituyendo una
corporación de derecho público) y cuyo ejercicio es regulado por las normativas nacionales
o estatales. Sus miembros asociados son conocidos como colegiados.
Son las profesiones liberales las que han sido tomadas como objeto por el estructural-
funcionalismo, a partir de tres proposiciones enunciadas por Dubar y Tripier (1998, cap. 4),
recogiendo la perspectiva de Parsons afirman que: a) el despliegue, la restauración y la
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organización de las profesiones son relevantes para la constitución de las sociedades
modernas; b) las profesiones aseguran una función esencial: la cohesión social y moral del
sistema social; y c) las profesiones representan una alternativa tanto a la dominación del
mundo de los negocios del capitalismo de mercado como a la dinámica de la confrontación
de clases.
Dubar y Tripier retoman entonces el objeto de investigación de las profesiones en los
términos en que Durkheim y Weber lo habían formulado quedando pendiente desplegar una
pregunta respecto del significado sociológico de las redes conformadas por los profesionales
emprendedores desarrolladas por la Cultura de la Innovación que se han expandido en las
últimas décadas.
Al respecto, resulta esclarecedora una importante reflexión metodológica de Luc
Boltanski. El sociólogo francés señala agudamente que el análisis sociológico oscila entre
las entidades jurídicas y las entidades meramente narrativas. “Las entidades jurídicamente
definidas disponen de contornos netos aunque los individuos a los que incluyen pertenezcan
siempre a una pluralidad de conjuntos (Boltanski, 2016, p. 274). El derecho desempeña un
papel esencial en los procesos de estabilización de la realidad social, contribuye a hacerla
cada vez más inteligible y previsible estableciendo las cadenas de causalidad que puedan
ser activadas para interpretar los acontecimientos que se presentan. Claramente tanto las
Universidades como los Colegios Profesionales son entidades jurídicamente definidas. En
cambio, las redes de innovación son entidades narrativas que, para transformarse en
entidades sociológicas, requieren de estudios empíricos que las describan, aunque estas
descripciones sean fragilizadas por la multiposicionalidad de sus integrantes. Este último
aspecto les resta la consistencia que tienen las entidades jurídicas, conduciendo a la
sociología de redes a estar siempre al borde de estar estudiando entidades cuya existencia
es más o menos ficcional.
Debe asumirse entonces que el universo de los estudios de las redes hace referencia a
fenómenos que en cierto modo pretenden confirmar las hipótesis sobre el impacto de las
gicas del mercado en las instituciones de conocimiento. El desarrollo tecnológico que
impulsa nuevas formas de trabajo en un proceso de innovación continua conducido por las
grandes corporaciones tecnológicas no pueden ofrecer más que una narratividad sobre el
profesional innovador y emprendedor que como bien lo ha descripto Eduard Aibar, se
respalda en teorías ficcionales impregnadas de determinismo tecnológico: los relatos de los
gurúes de la tecnociencia. Este modo de legitimación queda por fuera de los valores
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mertonianos, como también por fuera de los marcos jurídicos profesionales que protegen a
los usuarios de las malas praxis de la aplicación de las tecnologías en a la vida humana.
Precisamente, la perspectiva neoweberiana ha puesto en discusión las justificaciones
morales y las motivaciones vocacionales de los profesionales, para dar más importancia a
los profesionales considerados como actores colectivos del mundo económico que han
conseguido cerrar su mercado de trabajo y establecer, vía colegios profesionales, un
monopolio del control sobre sus propias actividades laborales al transformarse en entidades
jurídicas (Dubar y Tripier, 1998, cap. 6).
Para entender la relación entre el saber y el poder en la formación profesional, también
se ha concebido la vocación como una modalidad ideológica del capitalismo burocrático
moderno que encuentra su eficacia en la creencia meritocrática y en la superioridad de las
élites universitarias en la competencia liberal. En síntesis, se abren las vías de lectura
neoweberiana: la primera vía, la burocrática, resulta parcialmente de una relectura de Weber
sobre los modelos de cuerpos del Estado o de los gremios nobiliarios, y la segunda proviene
de una interpretación weberiana de los modelos de gremio/profesión-vocación. No obstante,
es preciso reconocer que en este marco resalta el hecho de que las tesis, conceptos y
posiciones de Weber se mantienen en la actualidad como plataforma de las teorizaciones
del “hecho profesional” o la “práctica profesional”, las cuales tienden a reconfigurar
conceptualmente las relaciones entre el mercado, el Estado y las profesiones y enfocan sus
análisis en las siguientes dimensiones: los saberes profesionales, sus prácticas y su
experiencia, su legitimidad simbólica, el poder, el monopolio económico y su función con
relación al conflicto social.
Luc Boltanski también aporta a una actualización de Weber señalando las notas mínimas
con que debe contar el espíritu del capitalismo para permitir la conformación de una
subjetividad capaz de acción social en el marco capitalista. Dice Boltanski: El espítu del
capitalismo propio de cada época debe proporcionar, en términos históricamente variables,
elementos capaces de apaciguar la inquietud suscitada por las tres siguientes cuestiones:
¿De qué manera puede el compromiso con el proceso de acumulación capitalista ser una
fuente de entusiasmo incluso para aquellos que no serían los primeros en aprovecharse de
los beneficios realizados? ¿Hasta qué punto aquellos que se implican en el cosmos
capitalista pueden tener la garantía de una seguridad nima para ellos y para sus hijos?
¿Cómo justificar, en términos de bien común, la participación en la empresa capitalista y
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defender, frente a las acusaciones de injusticia, la forma en que es animada y gestionada?
(Boltanski, L y Chiapello, I, 2002, p. 22).
Boltanski y Chiapello definen tres etapas. La primera de las etapas es la del emprendedor
burgués: la figura del conquistador y capitán de la industria. La segunda etapa del espíritu
del capitalismo es la que enfatiza a la organización s que al individuo, poniendo como
figura prototípica al del director de empresa capaz de hacer crecer el capital, es el modelo
capitalista de la burocracia y la profesionalización técnico-administrativa. Boltanski señala
que nos encontramos ante una tercera figura del espíritu del capitalismo: se trata de un
espíritu de capitalismo mundializado, que se sirve de las nuevas tecnologías para trascender
las limitaciones que el estado moderno poniendo como agente de su crecimiento a las
empresas transnacionales.
Hay que decir que el espacio clave de esta tercera etapa se encuentra definido por
Internet. Como ha señalado Javier Echeverría y Lola Almendros (2023) en su trabajo
Tecnopersonas, las tecnologías de información y comunicación han creado un mundo
relacional que responde a la morfología de las redes y, lo que es más importante, dicho
espacio se encuentra por fuera de las regulaciones del estado nación. Tal circunstancia
pondría la lógica de las profesiones emprendedoras-innovadoras por fuera de las
regulaciones nacionales e incrustadas en contextos de aplicación del conocimiento
manejados por las grandes corporaciones tecnológicas. Es sin embargo dudoso que el
espíritu del emprendedor-innovador pueda responder de modo consistente a los requisitos
con los que Boltanski y Chiapello interrogan al nuevo espíritu del capitalismo.
Las transformaciones del trabajo profesional: la descualificación y la proletarización
Para Durkheim, como también para Marx, el estudio del ejercicio profesional se vincula
con la división del trabajo social y su modo de institucionalización. Su indagación permite
identificar un triple objeto:1) la organización social de las actividades del trabajo; 2) la
significación subjetiva de tales actividades, y 3) los modos de estructuración de los
mercados de trabajo en la tradición legada por los gremios medievales (Marx) y por el
protestantismo (Weber).
La tradición marxista aporta al análisis la trayectoria de los procesos de trabajo desde la
ruptura de la coalición gremial por los procesos de división del trabajo y proletarización del
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trabajo industrial en el siglo XIX, y los cambios en la división social y técnica del trabajo
durante los siglos XX y XXI por el impacto de las nuevas tecnologías. Los diferentes
procesos mencionados han planteado fenómenos originales con relación al devenir
contemporáneo de las profesiones.
Es el enfoque de Marx el que mejor permite comprender la actual aparición del
paradigma del emprendedor que propone rebasar la lógica colegial propia de la profesión
liberal. La continua división y reorganización del trabajo en el marco del desarrollo
capitalista fue acelerada por el imperativo de innovación schumpeteriano. Dicho imperativo
supone un proceso de destrucción creativa mediante una revolución permanente del trabajo
apoyado en el desarrollo tecnológico.
La tradición marxista de análisis del trabajo profesional, señala que estos tienen una
formación superior que los coloca en una posición privilegiada para negociar dentro del
sistema de relaciones industriales, posición que en parte explica su rechazo a los sindicatos
y su preferencia por las asociaciones colegiales.
Dentro del pensamiento marxista se desatacan las tesis del sociólogo Harry Braverman
sobre la degradación del trabajo en el capitalismo monopólico. Braverman, analiza el trabajo
donde incluye profesionales calificados, introduciendo una distinción entre la cualificación
del trabajador y la cualificación del puesto de trabajo en el marco de un proceso
transformado permanentemente por el desarrollo tecnológico.
Surge a partir de este análisis el concepto de "construcción social de la cualificación".
Esta construcción social se puede ver como una transformación creciente de la relación entre
capital y trabajo. Al analizar el trabajo profesional en términos de la relación entre trabajo
y capital, puede observarse que el trabajo profesional se encuentra inicialmente subsumido
solamente de modo formal al capital a través de la remuneración de los servicios. Mediante
el desarrollo de una tecnología requerida como medio de trabajo se avanza en la subsunción
real (ya no formal) al capital, al transformarse en una relación asalariada bajo el control de
procesos crecientemente automatizados. Este proceso de pasaje de la subsunción formal a
la real del trabajo al capital, es solidario de una tendencia sostenida a la descualificación del
trabajo profesional. En efecto, si concebimos a la cualificación como el conocimiento de la
unidad entre concepción y ejecución, y también a partir del grado de control de la fuerza de
trabajo profesional sobre su actividad, la pérdida del control y empobrecimiento cognitivo
deben leerse como dos aspectos complementarios de la descualificación.
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Sin duda los estudios sobre los procesos de innovación a lo largo de la segunda mitad del
siglo XX y la primera mitad del siglo XXI, han iluminado las relaciones contingentes entre
la tecnología y la cualificación de la fuerza de trabajo profesional por lo que algunos autores
pretenden relativizar el diagnóstico de Braverman. Por ejemplo, en los años 90 los estudios
de Benjamin Coriat (Coriat, (1992) sobre el Toyotismo -el modelo z- desarrollados en las
empresas japonesas, basadas en el desarrollo de los círculos de calidad y el principio del
Kaizen (innovación permanente) del proceso de trabajo. Se trataba de una normativa
organizacional en la que el profesional de planta, debía funcionar en el marco de un
imperativo de mejoramiento e innovación permanente del proceso de trabajo. En cierto
modo estos procesos de calidad total e innovación de la empresa japonesa, trazaron un
camino que será heredado por la concepción emprendedora de la profesión. En esos
procesos pudo verse que no necesariamente el desarrollo tecnológico se vincula a la pérdida
de control y empobrecimiento cognitivo. Sin embargo, dichos procesos se han revertido
notablemente durante el siglo XXI bajo los embates de la robotización y la inteligencia
artificial.
En síntesis, las teorizaciones de Braverman aplicadas a las profesiones liberales pueden
leerse desde dos ejes: uno analiza la desprofesionalización y el otro la proletarización del
profesional. El primero de ellos, la desprofesionalización, es la tendencia a la pérdida de la
autoridad profesional en tanto que el monopolio del conocimiento es puesto en peligro por
la acción de varias causas combinadas: el nivel educativo de la población, el efecto de la
divulgación de información a través de diversidad de fuentes en internet que generan
difusión y confusión informativa en el público, y la creciente especialización por la división
del trabajo entre las distintas profesiones. Estos factores, sostiene Braverman, introducen
confusión en el proceso decisional del público con respecto a la autoridad que un profesional
tiene para realizar diagnósticos o recomendar vías de acción. Por otro lado, la tecnología no
descualifica por misma, sino que su uso depende de cómo esté insertada en la organización
del trabajo, cuestión que demanda análisis específicos.
Por su parte, la teoría de la proletarización de los profesionales pretendió inicialmente
extender al análisis de las profesiones, las consideraciones que Braverman (1981) realiza
respecto de la degradación del trabajo de los obreros y los empleados de oficina. La
proletarización, para Marx, debe analizarse desde el mecanismo de apropiación del
excedente en el proceso de producción, es decir, si una actividad produce o no plusvalor.
Un primer indicador estará dado por las relaciones salariales ya que el trabajo profesional,
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según algunos autores, podría frecuentemente vincularse al llamado trabajo improductivo o
a procesos de valor cuya lectura desde la teoría de la plusvalía se hacen muy difícil. Por ello,
los indicadores de estratificación suelen tomar, además del monto del salario, el prestigio o
la formación del profesional.
En ese sentido, diferentes autores convergen en considerar que la proletarización consiste
en caer en la órbita salarial, al interior de un mercado de trabajo al cual se concurre para
vender la fuerza de trabajo. Al respecto hay que tener presente que los profesionales no
operan en un mercado totalmente libre ya que están regulados por el Estado o por su propia
organización profesional. Otro aspecto que distancia al profesional liberal del empleado de
oficinas, es que en su desempeño profesional opera como un trabajador cuyo ritmo y
condiciones de trabajo, producto y precio de su producto son determinados, prima facie, por
él mismo, y cuyo salario no sólo es regulado por la venta de sus servicios en un mercado
libre, sino que percibe sus honorarios sin ningún intermediario burocrático. Sin embargo,
actualmente, incluso pensando en el profesional independiente, con despacho o consulta
propia, estas definiciones escasamente se ajustan a la realidad, la cuestión del avance hacia
una forma de remuneración salarial en algunas profesiones liberales es bastante conspicua.
Por otra parte, hay una hipótesis diferente para interpretar la proletarización en un sentido
que evite las objeciones anteriores. Tal sentido sería el de la pérdida de control sobre el
conocimiento, el proceso de trabajo, etc. y una pérdida de control sobre los objetivos y
propósitos del propio trabajo". En primer lugar, si recordamos el concepto de Braverman de
"construcción social de la cualificación", se puede ver una transformación creciente de la
relación entre capital y trabajo. Al observar los procesos de trabajo impactados por la
innovación tecnológica, resulta visible que, si bien es cierto que frecuentemente es necesario
aumentar los conocimientos y habilidades en un sector de la fuerza de trabajo
profesionalizada ocurre que, de modo simultáneo disminuyen en otro, siendo numerosas las
investigaciones que enfatizan la contingencia de estos procesos. Pero en todos los casos
puede verse esa pérdida de control sobre el proceso de trabajo y, un alejamiento de los
objetivos y los propósitos del propio trabajo en la percepción del profesional. La creciente
tendencia de subsunción real de la fuerza de trabajo profesional al capital en procesos donde
los instrumentos que utiliza el profesional son generados por una corporación, justifica el
diagnóstico de una tendencia general en dicho sentido. Como respuesta a estos procesos, los
profesionales expresan una insensibilización ideológica (disociación del contexto de la
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organización) o bien una cooptación ideológica (nueva definición de objetivos propios
consistentes con los de la organización).
A pesar de las numerosas objeciones y debates suscitados alrededor de las tesis marxistas,
es razonable considerar que en el marco de la contingencia de la división del trabajo y del
desarrollo tecnológico en diferentes campos, es posible aceptar las apreciaciones sobre los
avances de la relación salarial y la tendencia a la descualificación de las profesiones
sugeridas por las investigaciones de Braverman.
Claramente el modelo del profesional emprendedor-innovador emergente en esta última
etapa del espíritu del capitalismo es el que se encuentra más vulnerable al proceso señalado
por Braverman.
Conclusiones
El presente trabajo ha presentado en una perspectiva sociológica, el fuerte entramado
existente entre los sistemas universitarios y los colegios profesionales como también su
tensión con las fuerzas del mercado.
Hemos visto en las teorías sociológicas de Durkheim y Weber la existencia de diferencias
pero también convergencias que transforman sus análisis en complementarios. Durkheim ha
señalado la importancia de la constitución de una Universidad que permita aportar a la
formación subjetiva de la dimensión ciudadana en las sociedades modernas, y postuló el
papel de las corporaciones profesionales en la preservación de la calidad del trabajo en el
marco de la división del trabajo social y en la integración social a través de las normas que
las jerarquizan. Max Weber por su parte, a partir de su concepción proto-hermenéutica de
la acción social, jerarquizó el papel de los procesos de construcción subjetiva que hacen
posible el proceso capitalista, dando centralidad a la noción de vocación (Beruf) para
comprender la estructura axiológica racional que proporciona consistencia al ethos de la
ciencia. También Weber reconoció los problemas que surgían en la lógica universitaria y
profesional por la lógica disolvente del mercado.
Tanto para Durkheim como para Weber, y más tarde para Parsons, las profesiones
cumplen un papel integrador del sistema social por lo que son fundantes de una estructura
capaz de permanecer en el tiempo, en equilibrio con otros subsistemas, con los que
cohesiona.
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En el modelo universitario del siglo XXI la convergencia de los modelos napoleónico y
humboldtiano bajo el impacto de la dinámica de la actual sociedad del conocimiento, han
puesto a prueba a los sistemas universitarios en tanto instituciones que deben garantizar las
funciones requeridas por la democracia occidental en la utilización y distribución del
conocimiento.
Robert K. Merton logró identificar las normas que cohesionan los sistemas científicos y
constituyen el núcleo académico de la actividad productiva del establecimiento
universitario, según observa con agudeza Burton Clark. Es precisamente Clark quien
construye un modelo sociológico para dar inteligibilidad al funcionamiento del sistema
universitario al formular el triángulo de coordinación entre la oligarquía académica, el
estado y el mercado.
Sin embargo, el modelo de Clark se enfrenta a las dinámicas del mercado globalizado
fuertemente traccionado por el imperativo de innovación tecnológica que ha dado lugar a la
narrativa de un modelo de universidad emprendedora, solidaria de nuevas modalidad de
producción de conocimiento. Esta nueva modalidad de producción de conocimiento
pretende ir más allá del modelo de articulación propuesto por la triple hélice (Universidad-
Estado-Mercado) para avanzar en una lógica de innovación que promueve N-helices cuyo
impulso está generado desde las grandes empresas tecnológicas más que desde las agencias
estatales. Estos nuevos modos de producción de conocimiento ponen en discusión el ethos
de la ciencia, en beneficio de una lógica de capitalismo académico que desplaza del eje de
la gestión universitaria a la comunidad científica en beneficio de los cuadros gerenciales de
los establecimientos universitarios.
De este modo, el análisis sociológico del sistema universitario se encuentra atravesado
por la sociología de las profesiones. La expansión del sistema universitario en la
diversificación de títulos no debe ocultar que, en principio, los diversos grados universitarios
se ordenan a partir de las diferentes modalidades de producción de conocimiento y los
diferentes modos sociológicos en que podemos comprender la inserción de los graduados
en la acción social. En principio, como surge del análisis, realizado el modo de producción
de conocimiento 1 caracteriza a la formación de profesionales dedicados a la ciencia, los
modos 1 y 2 caracterizan el modo de construcción identitaria de las profesiones liberales y
finalmente los modos 2 y 3 los modos de nuevos profesionales emprendedores-innovadores.
Estos diferentes modos de construcción identitaria de las profesiones, abre una
problemática fundamental que diagnosticó Harry Braverman. Tanto las identidades
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construidas bajo la modalidad de la ciencia o del ejercicio profesional liberal se constituyen
en marcos jurídicos que entraman la construcción del conocimiento con las comunidades
científicas y profesionales, las cuales parametrizan las posibilidades de desarrollo del
conocimiento con autonomía crítica frente a un mercado controlado por las grandes
empresas tecnológicas. Las nuevas modalidades que surgen más allá del modelo de la triple
hélice proponen una agenda de desarrollo tecnológico que impone cualificaciones de los
procesos de trabajo, las cuales frecuentemente se vinculan a procesos de descualificación de
los profesionales que se desempeñan en ellos. Es decir que la construcción de las nuevas
identidades del estilo del profesional emprendedor y las trayectorias profesionales Wired,
no están ligadas a procesos de innovación similar al Kaizen del modelo Z, en los que el
profesional era protagonista. En cambio estos procesos liderados por las grandes
corporaciones tecnológicas transnacionales que definen nuevos perfiles de trabajo para los
profesionales universitarios tienen una característica diferente.
Los nuevos profesionales emprendedores-innovadores acompañan acríticamente la
agenda propuesta por estas grandes empresas tecnológicas transnacionales, las cuales se
caracterizan por tender hacia la generación de una demanda de graduados universitarios,
que deberán cualificarse exclusivamente para desempeñarse en el uso de las nuevas
tecnologías. Estas suponen una alta cualificación de los procesos de trabajo (y no una
cualificación autónoma de los profesionales), subordinando su formación cognitivas a las
agendas tecnológicas, cuyo impacto y consecuencias sociales son aceptados sin mayor
reflexión, y subordinando la formación ciudadana de estos agentes que participan en las
redes de conocimiento al gran relato de la innovación permanente.
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