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tecnología de género ya que ayudaron a (re)configurar el imaginario lesbiano de la época,
proponiendo nuevas aperturas del lenguaje y asumiendo agenciamientos de la subjetividad lésbica,
sembrando las bases para que futuras generaciones de poetas y de lectoras de poesía lesbiana
pudieran pensar en las múltiples alternativas que existen a la hora de erigir una poética con voz
propia. Pensemos que, desde entonces hasta ahora, surgieron poetas que escribieron textos en
donde el yo poético se sitúa abiertamente como lesbiano, confundiendo los límites del poema con
los límites del mundo. Hablo de poetas que leyeron a Diana Bellessi y a Thénon, a Pizarnik y a Mirta
Rosenberg, y que se propusieron, a través de la poesía, construir, militar y continuar un legado
poético que propone a la experiencia lesbiana como un modo de habitar el mundo. Tales son los
casos de Macky Corbalán, Gaby de Cicco, Claudia Masin, Paula Jiménez España, Mónica D’Uva,
Verónica Viola Fisher, María Moreno, entre muchas otras. Al mismo tiempo, se multiplicaron las
antologías de poesía lesbiana en nuestro país, siendo la primera publicación Agua de beber. Una
antología extraña (Nusud), a fines del año 2001, hasta las más recientes y menos veladas Si Evita
viviera... Antología de poemas lesbofeministas (Puntos Suspensivos) y Alguien muerde el extremo de
su nombre. Poemas lesbianos de salida del clóset (Elemento Disruptivo), publicados entre 2020 y
2022. Esto nos sugiere que la poesía no es solo un artefacto, una forma, un conjunto de normas y
estilos, sino que también es una herramienta de intervención, construcción y transformación para el
campo de lo social y lo colectivo.
Me gustaría, sí, hacer un último comentario para librar a estas autoras del riesgo de ser
encasilladas en la categoría de “poetas lesbianas” como una categoría cerrada y hermética frente a
las heterogéneas interpretaciones y lecturas que pueden tener estos poemas. Lo que aquí planteo es
que estos textos no nos presentan solo eróticas y afectividades lésbicas, sino también se trata de
textos políticos, aunque esta no haya sido la voluntad de las autoras. No necesitamos, tampoco,
saber si quienes escriben son o no son lesbianas. Al asumir una voz no heterosexual, y al incursionar