
Revista Científica de UCES
Vol. 29 N°2 (Julio - Diciembre de 2024)
ISSN Electrónico: 2591-5266
(pp. 1-18)
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objeto
- y la posibilidad de ser madre. Para Friedan "El problema no es que las mujeres quieran tener
hijos y cuidar a sus familias, sino que se les ha negado la posibilidad de hacer cualquier otra cosa. Se
les ha enseñado a creer que no hay otra opción" (Friedan, Betty).
La autora sostiene que la mística de la feminidad ha generado una falsa sensación de
realización personal llevando a muchas mujeres a creer que la realización personal se encuentra
únicamente en el matrimonio y la maternidad. Sin embargo, esto ha limitado el potencial de las
mujeres y les ha impedido perseguir otras formas de crecimiento tanto personal como profesional.
Además de los estereotipos femeninos, también podemos observar de qué manera se
construyen los estereotipos masculinos. En el caso de los hombres nos encontramos con
masculinidades violentas y machistas. Los códigos del “macho” imperan en toda la novela,
disfrazados de humor o de valores familiares y culturales. En el capítulo analizado podemos
encontrar escenas que ilustran estas violencias como en acciones que se asumen cotidianas. Por
ejemplo, Arturo es el único varón de la casa y el más adulto, ocupando el lugar del hombre sabio.
Por fuera del hogar, este padre de familia dirige una empresa de lencería femenina en la que emplea
a mujeres para la costura en el taller y a modelos que desfilan permanentemente en ropa interior
para buscar la aprobación de los conjuntos que exhiben en su cuerpo. Las reacciones del jefe ante
esa exposición terminan siendo chistes relacionados a la erotización de los cuerpos femeninos y la
posibilidad del hombre de poseerlos. También encontramos violencia disfrazada de humor cuando
“Observad a una chiquilla que se pasa el día dando vueltas con su muñeca, cambiándole continuamente el
traje, vistiéndola y desnudándola mil veces, inventando sin cesar nuevas combinaciones de atavíos, bien o mal
coordinados, poco importa, pues aún no tienen maña los dedos, ni está formado el gusto, pero la inclinación
ya se pone al descubierto; en esta constante ocupación se le pasa el tiempo sin darse cuenta y corren las horas
sin que ella lo sepa, hasta olvidársele el comer, puesto que siente más hambre de adornos que de manjares. Ya
sé que diréis que viste a su muñeca y no se viste ella. Sin duda, ve a su muñeca y no se ve a sí misma, no puede
hacer nada para ella, pues aún no está formada, carece de talento y de fuerza, no es nada todavía, vive para su
muñeca, y en ella emplea su deseo de agradar, pero no siempre lo concretará en la muñeca, ya que vendrá el
tiempo en que ella misma será su muñeca.” Rousseau.