Revista Científica de UCES
Vol. 28 N°1 (enero - Julio de 2023)
ISSN Electrónico: 2591-5266
(pp. 1-18)
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ADOLESCENCIA Y PRISIONIZACIÓN EN TIEMPOS DE PANDEMIA
UNESTUDIO DE CASOS SOBRE LA MEDIACIÓN DE LO DIGITAL Y SU
POTENCIAL TERAPEUTICO EN CÁRCELES
1
Federico Caetano Grau
2
federicocaetanograu@gmail.com
ORCID: https://orcid.org/0000-0001-9929-2311
ARK-CAICYT: https://id.caicyt.gov.ar/ark:/s25915266/4yl5s0yq2
RESUMEN
La limitación de la circulación en la pandemia implicó, dentro del sistema de privación
de libertad para adolescentes en Uruguay, la aplicación de una fuerte restricción de las visitas
familiares a los internos, además de las limitaciones de las salidas transitorias, instituyendo un
escenario de aislamiento y mayor confinamiento dentro del encierro forzoso. Con este telón de
fondo, se habilitaron las videollamadas para amortiguar el clima de tensión y crispación intra-
muros. La comunicación digital, que en un principio se constitu en una propuesta
configurada como medida paliativa, progresivamente se convirtió en una oportunidad,
habilitando nuevas modalidades de intervención psico-social, inéditas hasta el momento.
A través de la presentación de un caso clínico, el presente estudio, de carácter
exploratorio, tiene como objeto la identificación de categorías analíticas que generen
visibilidad en referencia al potencial de las plataformas tecno-comunicacionales como
herramientas de intervención socioeducativa y psicosocial dentro de ámbitos carcelarios.
1
Artículo Original recuperado de la Revista de Desvalimiento Psicosocial
2
Doctorando en Sociología, Facultad de Ciencias Sociales (FCS), Universidad de la República (UdelaR). Magister
en Sociología, FCS, UdelaR. Diploma de especialización en Penalidad Juvenil, FCS, UdelaR. Especialización en
Psicoterapia Psicoanalítica Focal, Centro de
Intervenciones Psicoanalíticas Focalizadas (CEIPFO). Licenciado en Psicología, Facultad de Psicología, UdelaR.
Se desempeñó como Psicólogo en distintos centros de privación de libertad del Instituto Nacional de Inclusión
Social Adolescente (INISA).
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ABSTRACT
The limitation of circulation in the pandemic implied, within the system of deprivation
of liberty for adolescents in Uruguay, the application of a strong restriction on family visits to
inmates, in addition to the limitations of transitory license, instituting a scenario of isolation
and greater confinement within the forced detention. Actually, video calls were enabled to
cushion the climate of intra-mural tension. Digital communication, which was initially
constituted as a proposal configured as a palliative measure, progressively became an
opportunity, enabling new modalities of psycho-social intervention, unprecedented until now.
Thus, through the presentation of a clinical case, the present exploratory research, aims
to identify analytical categories that generate visibility in reference to the potential of techno
communicational platforms as socio-educational and psychosocial intervention tools within of
prison settings.
RESUMO
A limitação de circulação na pandemia implicou, dentro do sistema de privação de
liberdade para adolescentes no Uruguai, a aplicação duma forte restrição às visitas familiares
aos detentos, além das limitações de saídas transitórias, instituindo um cenário de isolamento
e maior confinamento no encerramento forçado. Nesse contexto, as videochamadas foram
capazes de amortecer o clima de estresse e tensão intramuros. A comunicação digital, que se
constituiu inicialmente como uma proposta configurada como medida paliativa, tornou-se
progressivamente uma oportunidade, possibilitando novas modalidades de intervenção
psicossocial, até agora inéditas.
Por meio da apresentação de um caso clínico, o presente estudo, de caráter exploratório,
tem por objeto identificar categorias analíticas que gerem visibilidade em referência ao
potencial das plataformas tecno-comunicacionais como ferramentas de intervenção
socioeducativa e psicossocial em ambientes prisionais.
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INTRODUCCIÓN
La irrupción de la pandemia supuso un fuerte golpe a la cotidianeidad en
establecimientos penitenciarios. Ante la imposibilidad de abrir los espacios y de expandir el
perímetro de circulación dentro del mundo punitivo del encierro, tanto trabajadores como
internos, que componen un campo relacional atado a un vínculo de proximidad, pasaron a
constituirse en uno de los grupos poblacionales más vulnerables y expuestos al contagio
exponencial. Así pues, dentro de estos escenarios marcados por el confinamiento y la clausura,
las medidas de distanciamiento social fueron impracticables, por lo que, frente a la amenaza
constante de la explosión intempestiva del contagio, la incertidumbre y la sensación
omnipresente del riesgo confluyeron en la emergencia de una semántica ansiógena y fatalista,
desde la que se anticipaba el desarrollo inevitable de un cataclismo institucional.
Así, la volatilidad de la pandemia se tradujo en múltiples inflexiones que imprimieron
cambios radicales dentro del perímetro de la gobernanza de los cotidianos carcelarios. Y, con
este panorama global, las previsiones dentro de los muros del Instituto Nacional de Inclusión
Social Adolescente (INISA) anticipaban un escenario desalentador, que se observa en el
registro de dos puntos de quiebre principales: a) por un lado, se contrajo de forma radical el
sistema de intercambios desde el adentro institucional con respecto a la comunidad libre,
aspecto que se expresó en una limitación sistemática del régimen de visitas familiares y de
salidas transitorias de los adolescentes; b) por otro lado, el aumento de las certificaciones
médicas de los trabajadores supuso una merma en la calidad de atención y en la capacidad de
gestionar la privación de libertad en clave socioeducativa, instituyéndose una contracción de
la oferta formativa y recreativa, al mismo tiempo que se intensificó el quantum de ocio pasivo
y de encierro.
De esta forma, la pandemia edificó muros más altos que amplificaron el sufrimiento y
los efectos aversivos de prisionización, instalando progresivamente, dentro de los esquemas de
intervención, el desafío de edificar marcos de cercanías dentro del ya hermético y iatrogénico
microcosmos de los cautivos. La conformación de este marco restrictivo tuvo como correlato
la configuración de un caldo de cultivo tensionante, caracterizado principalmente por la
irrupción de múltiples polos de crispación cotidiana, aspecto que activó diversas alertas dentro
del sistema. Y, frente a las restricciones de las visitas y salidas transitorias, tanto los
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adolescentes como sus familiares desarrollaron, en un comienzo, una serie de reclamos y
demandas hacia diversos actores del sistema.
Con este telón de fondo, se habilitó a nivel institucional la posibilidad de realizar
videollamadas entre los adolescentes con sus familiares y amigos, hecho inédito hasta el
momento. Si bien en una primera instancia la posibilidad de la utilización de las plataformas
digitales se constituyó en una medida paliativa orientada a la disminución de la conflictividad
potencial producto del aislacionismo, progresivamente fue instalándose dentro de las
entrevistas psicosociales como herramienta de intervención, generando un esquema de trabajo
inédito donde el afuera institucional se entramaba dentro de los muros de la cárcel.
De esta forma, los adolescentes comenzaron a “invitar” a los equipos técnicos a sus
casas (Caetano, 2021a), exhibiendo, a través de los celulares, su cuarto y objetos de alto valor
simbólico, como ropa y trofeos deportivos, fotos, además de introducir sus mascotas y
presentar a su comunidad barrial. A su vez, dentro de estas “visitas guiadas” por su mundo de
representaciones, en muchos casos el encuentro a través de las videollamadas implicaba un
acontecimiento familiar y de su grupo de amigos, quienes iban masivamente al encuentro
donde, más que conversar, muchas veces compartían otros lenguajes de participación colectiva,
como cantar una canción entre todos.
Dentro de este contexto, a través de la presentación de un estudio de caso, este trabajo
tiene como objeto proponer un marco hermenéutico y analítico que permita problematizar el
uso de las plataformas digitales como herramientas de intervención psicosocial dentro del
universo de las prisiones.
Dicho esto, este estudio se organiza del siguiente modo:
1) En primer lugar, se desarrolla un breve marco conceptual que oficia como referencia
y desde el que se definen las categorías operacionales asociadas al desarrollo del análisis de
este trabajo. Dentro de este contexto, se prioriza diversos ejes de problematicidad teóricos a
través de los siguientes subtítulos: a) Las fuerzas inerciales del encierro en la penalidad juvenil:
el INISA como el último eslabón de una cadena crítica; b) El dolor desde el castigo: los efectos
de prisionización en edades tempranas; c) Los avatares de la identidad en la adolescencia: la
cultura de la dureza y la cárcel en contextos de vulnerabilidad y desamparo; d) Las prácticas
psicosociales en ámbitos carcelarios ante la incertidumbre de la pandemia.
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2) En segundo lugar, se desarrolla una breve reseña asociada a los aspectos
metodológicos adoptados durante la realización del estudio.
3) Posteriormente, se describe un caso clínico y se desarrolla el análisis exploratorio del
mismo.
4) Durante el cierre del trabajo, en primera instancia se habilita una discusión teórica
donde se propone un campo de problemáticas y se sugieren tópicos y líneas de investigación a
explorar a futuro asociadas al uso de las plataformas tecno-comunicacionales como
herramienta de intervención psicosocial en cárceles; para finalizar, se desarrollan las
reflexiones finales sobre el asunto a modo de epílogo.
Las fuerzas inerciales del encierro en la penalidad juvenil: el INISA como el último
eslabón de una cadena crítica
Dentro del contexto de la construcción del sistema jurídico que marca los perímetros de
la penalidad juvenil en el Uruguay, existen dos mojones referenciales: la Convención
Internacional sobre los Derechos del Niño, celebrada en 1989, y el Código de la Niñez y la
Adolescencia (CNA), que entró en vigor en 2004. A través de estas instancias, el
reconocimiento de la adolescencia como sujeto en formación implicó la estructuración de un
escenario jurídico basado en núcleos de especificidad, que encuadró al derecho penal
adolescente fundamentalmente en función de dos criterios diferenciales con respecto a la
penalidad adulta: la excepcionalidad de las penas privativas de libertad y el carácter atemperado
del reproche penal (Bertinat y Sturla, 2012). No obstante, frente a estas coordenadas
auspiciosas, los vaivenes y volatilidades del sistema político en referencia al “sentimiento de
inseguridad” (Kessler, 2011), que se constituye en una de los asuntos más alarmistas, sensibles
y reactivos de la esfera pública, han desembocado en una nueva semántica sobre la
adolescencia, más enmarcada dentro de las coordenadas del castigo y la punición. En efecto,
la primacía durante los últimos años de una hegemonía conservadora, se ha traducido en el
despliegue de una colección de leyes desarrolladas desde un “populismo penal” (Paternain,
2013), instalando fuerzas inerciales donde el punitivismo y su correlato en términos del
encierro se ha ido perfilando como la panacea para resolver la problemática de la delincuencia.
Con este escenario como trasfondo, las configuraciones institucionales encargadas de
dar cumplimiento a las medidas socioeducativas han estado sujetas a vicisitudes y alteraciones
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permanentes, inscribiéndose en crisis sucesivas que se han traducido en cambios
organizacionales constantes (González Laurino y Leopold, 2013; Caetano, 2022). Dentro de
este marco, el INISA se erige en el último eslabón institucional de un contexto atravesado por
la incertidumbre operativa, donde la institucionalidad asociada a la ejecución de las medidas
punitivas hacia los adolescentes ha tenido cuatro formaciones durante los últimos 20 años1 y
ha estado sujeta a cambios constantes de autoridades. Así pues, más que una institucionalidad
delineada desde plataformas de pensamiento y planificación estratégica, la administración de
la privación de libertad ha estado permeada por una cultura de la inmediatez, instalando un
mapa confusional y ambivalente donde las prácticas institucionales hacia los adolescentes han
oscilado de forma pendular desde lo socioeducativo hasta lo punitivo en función de la
emergencia de puntos de urgencia (Caetano, 2022).
El dolor desde el castigo: los efectos de prisionización en edades tempranas
Más allá de los diversos programas socioeducativos, lo carcelario descansa sobre la
matriz de la violencia y la imposición. Es el último edificio represivo de las sociedades
modernas y compone, a través de la intervención societal del encierro forzoso, una crispación
original. Dicho esto, se vuelve necesario introducir la categoría ya clásica de “instituciones
totales”, acuñada por Erwing Goffman (1972), que presenta un fuerte poder heurístico asociado
a la hermenéutica de lo carcelario. A través de la misma, se refiere a estos escenarios sociales
como enclaves gobernados por gicas herméticas y de clausura. En los contextos de las
instituciones totales, la cotidianeidad está delimitada por un perímetro rígido e inflexible,
donde las regularidades que se estructuran desde el interior de los muros institucionales
mantienen una fuerte independencia con respecto al ámbito exterior. Así pues, la configuración
del adentro carcelario está sujeta a reglas y códigos singulares, componiéndose así un
microcosmos difícil de descifrar desde ojos externos a la institución.
Son tan fuertes las fuerzas inerciales totalizantes y el carácter absorbente que ejercen
estas instituciones, que producen un desbaratamiento subjetivo en función del que,
parafraseando a Goffman (1972), el yo es mutilado, generando procesos de despojo de la
identidad construida en la comunidad libre. En efecto, la inmersión dentro del encierro supone
una ruptura radical con el continuum identitario, irrumpiendo, a través de los efectos de
prisionización (Clemmer, 1975), procesos donde el principal riesgo es la prospectiva de que la
subjetividad quede capturada y totalizada dentro de las coordenadas de lo carcelario. De esta
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forma, se produce un repliegue del sujeto, conjugando un mapa adaptativo donde lo conductual
pasa a estar mediado por una adherencia y fijación a la “cultura tumbera” (Lourenço, 2010),
produciéndose anclajes cognitivos cuya influencia va más allá de los límites de la pena,
generando un quiebre existencial.
Y, en el caso de la adolescencia, el riesgo es mayor, debido a su dimensión transicional
y formativa del sujeto, donde, siguiendo a Viñar (2009), las turbulencias del duelo asociado a
lo infantil y la incertidumbre con respecto al futuro, se despliegan procesualmente a través de
inflexiones vertiginosas en términos de la definición identitaria. Con un telón de fondo donde
la autopercepción del mismo se encuentra asediada por la duda y la crisis existencial, más
que una transición lineal, en la adolescencia se produce una transformación telúrica del sujeto,
instalando un limo semántico que acarrea un salto cualitativo existencial.
Dentro de este marco, la experiencia del encierro en la adolescencia y su correlato en
términos de la exposición sistemática a escenarios donde la violencia, la incertidumbre y la
sensación omnipresente de riesgo son endémicas (Caetano, 2022), genera huellas y
laceraciones que pueden anudarse en clave iatrogénica. En efecto, la irrupción de la prisión en
tiempos de indefinición identitaria y zapping de pertenencias existenciales, puede inducir a la
generación de anclajes dentro de agrupamientos juveniles que ofrecen un territorio donde “ser
alguien”. De esta forma, se potencia un caldo de cultivo donde la introyección de esquemas
adaptativos para las condiciones existenciales del encierro, puede instituir fijaciones subjetivas
que transciendan los muros y pasen a constituirse en mojones de larga duración en la
configuración identitaria.
Los avatares de la identidad en la adolescencia: la cultura de la dureza y la cárcel en
contextos de vulnerabilidad y desamparo
Quienes recalan dentro del sistema penal juvenil, en términos globales se constituyen
en adolescentes cuyas biografías han estado marcadas la exclusión y el desamparo (Morás,
2016; Caetano, 2015), siendo objeto sistemático de procesos de marginación, estigmatización
y segregación social. Como ha sido señalado en diversas investigaciones desarrolladas a nivel
regional e internacional (Dosil, 2018; Fassin, 2016), existen mecanismos de selectividad de las
fuerzas represivas policiales y del sistema penal, imprimiendo lógicas donde la violencia
institucional se constituye en una figura omnipresente dentro de las trayectorias de jóvenes
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pobres, quienes son objeto de procesos de humillación y segregación territorial sistemática.
Como consecuencia, muchos adolescentes en condiciones de pobreza configuran su universo
representacional a través de la conexión metonímica entre las categorías de Estado, represión
y policía, generando una fuerte desconfianza hacia la institucionalidad pública.
Dentro del marco la crisis existencial de la adolescencia y ante el “horror al vacío” y al
temor de la experiencia de “no ser nadie” y quedar rezagado hacia la inexistencia (Veríssimo,
2006), la avidez por encontrar refugios existenciales que generen pertenencia se constituye en
un vector central. Y, dentro de las coordenadas de los segmentos juveniles más segregados de
la sociedad, quienes en su tránsito por la ciudad muchas veces se constituyen en “extranjeros
en un mundo de cosmopolitas” (Lewkowicz, 2006), la adopción de una “cultura de la dureza”
(Rodríguez Alzueta, 2016), se constituye en un formato de obtener visibilidad. En muchas
oportunidades, es desde estos términos que logran trascender a la insignificancia e irrumpen, a
través del miedo, como una otredad dentro de los espacios de reconocimiento societal.
Así pues, frente a la dificultad de acceder a las fuentes tradicionales de prestigio y
estatus legitimadas socialmente, los adolescentes muchas veces obtienen dentro de
agrupaciones delictivas un sistema de pertenencia y de reconocimiento societal, donde el
acceso a posiciones de jerarquía está anclado en la demostración de masculinidades (Paz
Cabral, 2016). Desde estas categorías de entendimiento, el uso de armas, la comisión de delitos
y el vínculo con el mundo de la cárcel, pueden emerger como marcadores simbólicos de
pertenencia identitarios, valorados y respetados dentro de los perímetros semánticos del mundo
criminal. La violencia, la aspereza relacional, la sobreactuación de hábitos machistas como el
uso de la fuerza y la asunción de riesgos, además del desarrollo de ilegalidades, se erigen en
elementos que definen a la cultura de la dureza, componiendo una trama de significados e
inclinaciones actitudinales que emergen como una defensa reactiva ante el trasfondo de la
vulnerabilidad y como una estrategia implícita de contra-estigmatización para hacerle frente a
la humillación.
Las prácticas psicosociales en ámbitos carcelarios ante la incertidumbre de la pandemia
Como fue expuesto anteriormente, los territorios de la rcel, más que un pasaje
anecdótico, inscriben estigmas y laceraciones cuyas influencias van más allá de los muros del
sistema. Las inercias de la vivencia de lo prisional inscriben puntos de bifurcación existencial,
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que consolidan muchas veces trayectorias atravesadas por una lógica fatalista, donde el imago
de lo carcelario y el mundo del delito permean como el destino manifiesto de un sendero sin
paisajes alternativos.
Por consiguiente, las prácticas psicosociales dentro de contextos de encierro forzoso
tienen que estar sujetas a racionalidades dialógicas, que habiliten enclaves que subviertan la
lógica del aplastamiento existencial de la cárcel y que pongan en jaque la totalización subjetiva
de los muros prisionales. En efecto, deben abrir surcos narrativos dentro de semánticas
estereotipadas y gidas que convocan al sujeto a la “desesperanza adquirida” (Defey, 2018),
configurando una gica del encuentro que instituya futuribles diversos y no solo el destino
fatalista del ostrasismo del sujeto prisionizado. De esta forma, en aras de mitigar los efectos
aversivos y iatrogénicos de la cárcel, quienes operan en clave socioeducativa deben enfrentar
el difícil desafío de abrir caminos hacia una “pedagogía insumisa” (Parodi, et al., 2021) dentro
del encierro, que pueda desanudar las tramas preformativas del estigma social, que soterran y
condenan al sujeto a la repetición de los mismos paisajes arquetípicos del delito y del mundo
penitenciario.
En este contexto, la capacidad de los cuadros técnicos de desarrollar encuadres
heterogéneos que convoquen a una disrupción de los muros de la cárcel y conecten a los
adolescentes a sus familias y enclaves socio-comunitarios de referencia formativa, se
constituye en uno de los ejes referenciales. Así, la potenciación de una lógica que desdibuje el
adentro y el afuera institucional como compartimientos estancos e incomunicados, implica la
construcción de enlaces simbólicos con el mundo extra-muros que operen como usinas de
continuidad existencial. Y, de esta forma, volver porosas a las fronteras del encierro y jaquear
la discontinuidad del yo producto de los procesos de prisionización (Caetano, 2021a).
Así las cosas, la pandemia supuso un escenario de confinamiento dentro del encierro,
generando una lógica de un mayor aislamiento en los adolescentes. Como consecuencia, se
impuso el desafío de promover esquemas de intervención de cercanías que incorporen
compromisos familiares y socio-comunitarios en un marco de mayor prisionización y encierro
de los adolescentes, con el telón de fondo de una contracción de las oportunidades
sociocomunitarias y de una incertidumbre generalizada asociada a los posibles desenlaces de
la expansión de los contagios a nivel nacional y global.
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Fue en este contexto que se comenzaron a utilizar las plataformas digitales como
enlaces comunicacionales y herramientas de intervención psicosocial, generando un nuevo
entramado de posibilidades entre los adolescentes en sus múltiples vínculos e intercepciones
con sus redes familiares y enclaves socio-comunitarios de referencia. A continuación, se hará
una breve reseña a los aspectos metodológicos de este estudio y, posteriormente, en la
presentación de los hallazgos, se recogerán algunas dimensiones hermenéuticas asociadas al
uso de las videollamadas como instrumentos de cercanías, a través de un análisis y
sistematización de un estudio de caso que tuvo lugar dentro del sistema de privación de libertad
juvenil uruguayo
3
.
Encuadre metodológico: la importancia de los estudios de casos
El ejercicio profesional de las prácticas psicológicas dentro de INISA integra múltiples
desafíos para su sistematización. En primer lugar, el profesional dentro de las prisiones no
desarrolla sus prácticas desde horizontes de investigación: sus intervenciones buscan generar
nuevos sentidos que subviertan el lenguaje prefigurado del estigma, además de operar
instituyendo oportunidades para impulsar cambios reales sobre la situación concreta del
prisionero. Al no haber registros construidos a los efectos de investigación y al no haber dentro
de INISA ningún instituto que busque sistematizar las prácticas psicosociales, la opción por la
presentación de casos se constituye en estratégica para el debate y la producción de
conocimiento.
En este contexto, los estudios de caso ubican al sujeto como fuente de conocimientos,
reconociéndolo epistemológicamente como un interlocutor válido portador de representaciones
sociales emergentes, que son construidas de forma contextuada, a través de procesos dialógicos
de negociación simbólica que tienen lugar desde la intersubjetividad. Como consecuencia, se
busca generar enclaves comprensivistas sobre los fenómenos que son siempre particulares, en
contraposición a la identificación de leyes generalizables. Tanto los formatos perceptivos de
un sujeto en particular como los marcos de lectura empírica en función de los que representa
lo real, son construcciones colectivas plegadas y territorializadas dentro de las coordenadas
singulares de un especio-tiempo concreto. Por lo tanto, los estudios de caso donde se realiza
3
Se desataca que no se hará alguna referencia que pueda identificar personalmente al caso real. Se utilizarán
hechos clínicos que, por su capacidad heurística, son de suma relevancia para este estudio. En este sentido, para
garantizar de forma absoluta la confidencialidad del caso en cuestión, los hechos clínicos reales serán disfrazados
con narrativas ficcionadas, de forma de que sea imposible su reconocimiento.
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una inmersión al psiquismo del sujeto condensan, de forma inexorable, una densidad de redes
de sentido que, en su trama, constituyen un testimonio societal.
Así pues, a través de la heurística de un caso en particular, se pueden abrir vectores
hermenéuticos diferentes, generando categorías exploratorias y marcos analíticos que den
cuenta de un fenómeno en particular y complejicen lo real, ensanchando las fronteras del
conocimiento. Y, en caso del INISA, la producción de nuevas hermenéuticas emergentes es
clave, en el sentido de que, cualquier movimiento sobre los anclajes del paisaje de la
resignación propio de los laberintos burocráticos de lo carcelario (Caetano, 2021b), abre las
puertas hacia lo novedoso e introduce líneas de subversión epistemológica sobre las formas
relacionales que se generan dentro del encierro.
Viñeta clínica
A continuación, se presentará el caso de un adolescente del interior, al que llamaremos
Miguel. En primer lugar, se subraya que no tenía visitas, aspecto que, en las entrevistas “cara
a cara” reseñaba desde un profundo resentimiento en relación a sus pares, a quienes todas las
semanas los venían a visitar. Este aspecto monopolizó su relato durante meses y cualquier
intento de abrir senderos hacia otras dimensiones de su existencia eran infructuosos. La sonrisa
de todos era su tristeza: cada fin de semana emergía el llanto. Su madre y su padre no podían
concurrir, debido a que no podían costear económicamente los traslados hacia el centro de
privación de libertad. Al estallar la pandemia, se generó un quiebre global que, en este caso
particular, impuso un efecto de igualación: por las restricciones iniciales de la pandemia, todos
los adolescentes en un inicio no tuvieron visitas. Como todos, se comunicaba con sus familiares
a través de las videollamadas. Progresivamente comenzó a invitarme en calidad de psicólogo
a participar de las mismas. Junto a su madre y padre, recorrimos su barrio, me mostró sus
centros educativos de referencia, me presentó a sus mascotas. A su vez, sus amigos iban a su
casa y se generaban charlas sobre los resultados de los partidos de fútbol, desde un clima lúdico,
además de que, durante la videollamada, muchas veces cantaban distintos géneros musicales.
Su humor cambió y, durante las entrevistas “cara a cara” luego de las videollamadas,
comenzaron a emerger narrativamente aspectos que poblaban su mundo de representaciones
extra-muros, elemento trófico que enriqueció de forma radical el espacio psicológico. Durante
los encuentros, comenzaron a emerger algunos ítems importantes dentro de la narrativa del
adolescente: por ejemplo, que le iba muy bien durante los estudios, hasta que su padre, quien
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se constituía en la única fuente de ingresos en su hogar -su madre era ama de casa-, perdió el
trabajo en el contexto de la pandemia. Ahí comienza a “parar” con otros grupos de pares de
referencia e incursiona en el mundo de la droga y del delito, cometiendo varias rapiñas hasta
que cayó preso. De forma paralela, decidió irse de la casa de sus padres.
Análisis
En primer lugar, uno de los núcleos de problematicidad que emergen al abrirse las
compuertas narrativas luego de las mediaciones digitales, es la conflictiva asociada a sus
figuras parentales, que irrumpen devaluadas en el marco del advenimiento de la pandemia,
donde su padre perdió el trabajo. Dentro de este contexto, Miguel toma una opción subversiva
frente a las coordenadas de referencia familiares, en el sentido de que opta porla lógica
criminal, que rompe radicalmente con los preceptos familiares instalados en los mandatos
asociados al mundo del estudio y del trabajo.
Así pues, el conflicto manifiesto asociado a la ausencia de sus padres durante las visitas,
se dilua través de la activación de las videollamadas, generándose un cuadro situacional que
habilitó narrativas emergentes, irrumpiendo el verdadero conflicto latente que derivó en su
privación de libertad. Frente a la emergencia de la crisis de su padre, que metonímicamente
conecta con una crisis del “modelo de éxito” en términos de identificaciones con sus figuras
parentales y su traducción con los imperativos socioculturales de referencia, Miguel encontró
refugio dentro de guetos identitarios insulares muy fuertes que operan como legitimadores del
delito, en el marco de un terreno cultural lábil en términos de las pertenencias sociales.
Su padre, al perder el trabajo, pasa a ubicarse desde una forma “disminuida” dentro de
las representaciones del adolescente, quien comienza a ver, dentro de su grupo de pares, otras
referencias de éxito instaladas dentro de su comunidad, de acceso más inmediato. Así pues, el
atajo del crimen y el acceso al estatus y bienes de consumo valorados socialmente, pasa a
constituirse en la antítesis de la situación de su padre, que pasaba a formar parte de los “planes
de sociales del Mides
4
y a configurarse en una referencia dependiente de una ayuda externa.
“Mientras hacía plata y me compraba ropa, mi padre era de los planes del Mides”
4
El Mides es el Ministerio de Desarrollo Social del Uruguay, desde donde se gestionan muchos de los programas
sociales de transferencias de recursos hacia sectores de vulnerabilidad.
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Como ya vimos, luego de la habilitación de las plataformas digitales, el adolescente
pasó de la repetición sistemática del mismo relato, donde expresaba su angustia por no tener
visitas, a un estado de situación donde emergieron un cúmulo de representaciones asociadas a
su conflicto latente: “¿para qué iba a seguir estudiando?, mirá a mi padre” “no quiero ser un
fracasado” “estaba en la calle y las pibas me miraban” “Calzaba un Fierro, tenía moto y auto”.
En este contexto, el hecho de visualizar a su familia en su casa y de poder compartir
diálogos, permeó de forma significativa dentro de su mundo anímico, instalando
progresivamente la adopción de un marco de reflexividad en términos de la representación de
su trayectoria poco antes de ingresar al sistema.
“Toda esa gente no está más conmigo, nadie me viene a ver, solo veo a mis padres en
mi casa. No había plata, pero que hermosa era mi vida” “no quiero que mi destino sea esto”
“no estoy hecho para la reja”.
A su vez, durante las videollamadas ingresaron diversos amigos y se pudo registrar la
emergencia de una emotividad muy fuerte, sobre todo en lo asociado a que los afectos que iban
apareciendo eran de su grupo de su infancia, que poco tenía que ver con el universo del delito
y que había dejado de lado una vez que comenzó a delinquir.
Así las cosas, a través de la utilización de las cámaras digitales se gene una
“mediatización del encuentro” (Mora y Queirolo, 2018), en el sentido de que se fueron
fraguando reuniones muy lúdicas con su familia y amigos, además de generar “paseos” por su
universo simbólico -barrio, presentación de mascotas-. La configuración de este escenario
facilitó y promovió una nueva dinámica interactiva entre el adolescente y sus vínculos, aspecto
que progresivamente fue ablandando su mimesis dentro de las coordenadas de la “cultura de la
dureza” (Rodríguez Alzueta, 2016). Y, a través de la triangulación de los espacios técnicos
psicosociales con esta nueva geometría vincular marcada por las comunicaciones digitales
entre los adolescentes y su mundo de referencia extra muros, se potenció la conjugación de un
clima dialogal, instalando una sinergia positiva que amplificó la posibilidad de construir
alianzas de trabajo.
De esta forma, se generó la lógica inversa del aislamiento iatrogénico de los procesos
de prisionización, que refuerza el esquema del delito como espejo identitario que instituye
anclajes subjetivos a modo de estigma. Como corolario, el afuera permeó dentro de los muros
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de lo carcelario, operando como un disparador de nuevos emergentes narrativos que, desde
luego, signaron un vínculo terapéutico trófico, generando movimientos anímicos dentro de
esquemas encriptados y rígidos de presentación subjetiva.
Así pues, desde una óptica de “clínica móvil” (Nebot, 1995) como eje de referencia que
evoca a una actualización de nuestras prácticas a través de un aprendizaje dialéctico y
situacional, las plataformas digitales habilitaron nuevos canales comunicacionales y
dialógicos. Así, se generaron nuevas usinas de sentido que promovieron la producción de
narrativas diversas y flexibles, irradiadas por diversos tópicos asociados al universo socio-
comunitario y a la vida cotidiana de Miguel fuera de los muros del sistema, amplificando, como
consecuencia, el mapa de intervenciones psicosociales posibles.
Discusión. Las plataformas tecno-comunicacionales en cárceles: un nuevo campo de
problemáticas y de oportunidades
Tomando como referencia lo antedicho dentro del marco teórico y considerando el
universo de oportunidades que emergió a través de la incorporación de las plataformas tecno
comunicacionales dentro del ámbito de las prácticas psi en cárceles, cabe abrir diversos núcleos
problemáticos:
En primer lugar, es importante subrayar como primer vector hermenéutico la
generación, a través de la presencia de las plataformas tecno-comunicacionales, de un
desdibujamiento de algunas categorías referenciales y clásicas que operan como organizadores
del pensamiento sobre lo carcelario. Aquí se destaca la necesidad de pensar nuevas referencias
teóricas frente a la propuesta de Goffman, que definía lo carcelario como "instituciones totales"
caracterizadas por la clausura y un cotidiano absorbente signado por una lógica propia
totalmente ajena frente a la realidad exterior. Frente a esto, las nuevas tecnologías de la
información imprimen una nueva hermenéutica de lo carcelario, donde el espacio es poroso y
las aduanas que definen el adentro o el afuera de los muros son flexibles, generándose una
negociación dialógica permanente entre los sucesos extra-muros y las referencias del adentro.
Frente a la necesidad de construcción de alianzas de trabajo en un escenario restrictivo
en términos de circulación, se comenzaron a edificar esquemas de comunicación en "tiempo
real "con las familias, generándose un ida y vuelta periódico que no se agotó en la inmediatez,
sino que permitió potenciar redes de apoyo y la construcción de oportunidades. En este sentido,
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cabe preguntarse, ¿puede replicarse esta experiencia como enclave de intervención sobre otros
casos? En otros términos, ¿pueden las nuevas tecnologías redefinir e instituir nuevos esquemas
de prácticas psicológicas en contextos carcelarios?
En otro orden, tomando como referencia la posibilidad de subvertir el hermetismo
totalizante de las instituciones totales clásicas a través de la tecno-comunicación y las
oportunidades de configurar vínculos en tiempo real, ¿cómo trascender la inmediatez y articular
esta posibilidad desde un diseño estratégico de atención? es decir, ¿cómo hacer para que la
"inflación comunicacional" no sature a los equipos en una lógica "anecdótica" y puedan adaptar
estas nuevas herramientas como instrumentos de intervención subordinadas a un plan de
trabajo?
Por último, la cárcel imprime una inflexión radical en la adolescencia, en el sentido
de que la vida en cautiverio irrumpe a través de la lejanía del grupo de pares y familia. Frente
a esto, lo prisional irrumpe desde la ajenidad en un principio, pero progresivamente se instala
a través del sentido común como un nuevo eje en la producción de subjetividad. Así, los
procesos de prisionización en la adolescencia pueden generar inscripciones y nudos difíciles
de desandar, instituyendo una desadaptación subjetiva a la vida en libertad y promoviendo la
incorporación de patrones funcionales para la vida en prisión como enclaves identitarios. Frente
a esta realidad, ¿pueden las plataformas tecno-comunicacionales conjugar enclaves que
mitiguen y amortigüen los procesos de desarraigo de las redes familiares y socio comunitarias
de referencia que desembocan en la prisionización?
Reflexiones finales
La pandemia instaló el advenimiento de un nuevo territorio fáctico: las limitaciones de
la movilidad y la imposición de las plataformas tecno-comunicacionales, exigieron el rediseño
de las lógicas del ejercicio psicosocial dentro de las coordenadas carcelarias. Ante este entorno
novedoso, para poder transitar la incertidumbre y edificar capacidad de agencia, autonomía y
calidez dentro del universo ominoso del encierro, es ineludible navegar por escenarios
impensados, habilitando encuadres heterogéneos. Y, desde una clínica móvil adaptativa y
dialógica, el desafío está en desarrollar nuestras prácticas sin anclajes conservadores, en una
dialéctica permanente entre el acervo de conocimientos disciplinarios y la irrupción de los
desafíos situacionales.
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Desde este marco referencial, lo digital emergió como herramienta inédita, instituyendo
una nueva dinámica de encuentro. En efecto, promovió efectos de horizontalidad e instaló una
nueva geometría vincular, configurando enlaces y nexos que establecieron una interacción sin
precedentes entre el afuera y el adentro institucional, que nos obliga a redefinir el enfoque
clásico de lo carcelario como institución total que gobierna la vida desde el hermetismo más
absoluto.
Y esto no es un asunto de menor importancia: generar fisuras narrativas dentro de las
murallas ardidas de la cárcel supone, en los tiempos formativos y vertiginosos de la
adolescencia, jaquear el paisaje del fatalismo y la desesperanza, impulsando nuevas
oportunidades para sublevar los muros simbólicos del estigma y de la prisionización. Y, de esta
forma, habilitar rutas socioeducativas que subviertan las huellas y laceraciones de la cárcel.
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