Revista Científica de UCES
Vol. 28 N°1 (Enero - Julio de 2023)
ISSN Electrónico: 2591-5266
(pp. 1-10)
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GUERRASGUERRAS GUERRAS
1
Guillermo Daniel Rivelis
2
rivelis@arnet.com.ar
guillermodrivelis@gmail.com
Artículo recuperado de la Revista de Desvalimiento Psicosocial de UCES
3
ARK-CAICYT: https://id.caicyt.gov.ar/ark:/s25915266/hephc33za
RESUMEN
El presente artículo hace referencia al grave problema de las guerras. Toma como punto
de partida un conmovedor reportaje realizado a Miguel Savage, soldado argentino (conscripto
de diecinueve años) durante la guerra en las Islas Malvinas. Muy particularmente, destaca su
definición de la guerra como “la peor inmoralidad de la civilización” y su experiencia con
soldados ingleses y la interacción con ellos terminada la guerra que hizo que se le cayera a
pedazos la noción de “enemigo”. Recurre a un texto de Freud y sus conceptos respecto de las
guerras y el estatuto de las Pulsiones de Vida y de Muerte y a la noción de agresividad planteada
por Winnicott. Hace referencia a la noción de “heterogeneidad de lo psíquico” propuesta por
el autor y a las nociones de “bien” y “mal” congruentes con la misma. Se expresa, claramente,
en favor del pacifismo.
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Artículo recuperado de la Revista d Desvalimiento Psicosocial de UCES
2
Maestro Normal Nacional. Lic. en Psicología. Lic. en Ciencias Sociales y Humanidades. Autor de: Construcción
vocacional. ¿Carrera o camino? (Noveduc, 2007), Freud. Una aproximación a la formación profesional y la
práctica docente (Noveduc, 2009), Psicoterapia. Encuentro y diálogo inteligente. Condiciones de humanidad y
criterios de salud (Noveduc, 2012), Lo semejante (página web www.guillermorivelis.com.ar ), Diálogo inteligente
en la construcción de humanidad (página web www.guillermorivelis.com.ar).
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Fecha de recepción: 24 de junio de 2022 Fecha de aceptación: 25 de julio de 2022. Revista de Desvalimiento
Psicosicial.
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ABSTRACT
This article refers to the serious problem of wars. It takes as a starting point a compelling
true story about Miguel Savage, an Argentine soldier (recruited in his nineties) during the war
on the Malvinas Islands. Very particularly, he highlights his definition of war as “the worst
immorality of civilization” and his experience with English soldiers and the interaction with
them after the war that fez as the notion of “inimigo” crumbles. We look at a text by Freud and
his ideas about wars and the statute of the pulses of life and death and the notion of aggression
raised by Winnicott. Refere-se à noção de “heterogeneidade do psíquico” proposed by the
author and às noções de “bem” and “mal” consistent with it. He expresses himself clearly in
favor of pacifism.
RESUMO
Este artigo refere-se ao grave problema das guerras. Toma como ponto de partida um
comovente relato feito sobre Miguel Savage, soldado argentino (recruta de dezenove anos)
durante a guerra nas Ilhas Malvinas. Muito particularmente, destaca a sua definição da guerra
como “a pior imoralidade da civilização” e a sua experiência com soldados ingleses e a
interação com eles após a guerra que fez com que a noção de “inimigo” desmoronasse. Recorre-
se a um texto de Freud e aos seus conceitos sobre as guerras e ao estatuto das pulsões de vida
e de morte e à noção de agressividade levantada por Winnicott. Refere-se à noção de
“heterogeneidade do psíquico” proposta pelo autor e às noções de “bem” e “mal” consistentes
com ela. Ele se expressa claramente a favor do pacifismo.
“…El ser humano trascendiendo la peor inmoralidad de la civilización, que es la
guerra”
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INTRODUCCIÓN
Es lo que expresó Miguel Savage, soldado (conscripto, a los diecinueve años) en la
guerra de Malvinas, autor del libro "Malvinas, un viaje al pasado", cuando le preguntaron en
un conmovedor reportaje en F.M. 89.9 Radio Con Vos qué había significado el Canberra.
El Canberra es un transatlántico que, finalizada la guerra, trasladó a cuatro mil ciento
setenta y dos soldados argentinos (conscriptos en su gran mayoría) con graves problemas
nutricionales y exposición al frío y a soldados ingleses (todos militares de profesión).
En este reportaje se refiere al vínculo que establecieron los soldados argentinos e
ingleses diciendo que: "Con respeto y curiosidad mutua, se preguntaban cómo había sido del
otro lado. Era admiración mutua porque los dos sabíamos por lo que habíamos pasado.”
“Los que realmente habíamos estado matándonos veníamos respetándonos, porque nos
habíamos dado cuenta que las guerras son anónimas, que cuando uno interactúa con el enemigo
el concepto de enemigo se cae a pedazos.”
La civilización es una producción de los seres humanos. Y la guerra, su peor
inmoralidad, también. El ser humano trascendiendo esa peor inmoralidad es el ser humano
trascendiéndose a sí mismo. Trascender, ir más allá, sobrepasar ciertos límites.
La continua reiteración de lo mismo o similar, la convicción acerca de la imposibilidad
de cambiar lo que "siempre" fue de determinada manera, la atribución a causas naturales y
sobrenaturales de la existencia de algo que en realidad es una producción humana…todo eso
nos limita seriamente, nos condiciona a repetir y a actuar como si nada pudiera cambiar.
Límite del ser humano, generado en su historia no en su naturaleza, trascendido por un
grupo de jóvenes después de haber pasado una de las peores experiencias de la vida,
consecuencia de la "peor inmoralidad de la civilización".
Enseñanza luminosa conjugada por un grupo de personas jóvenes, transmitida a
nosotros por Miguel Savage.
En ¿Por qué la guerra?, carta dirigida por Sigmund Freud a Albert Einstein en
septiembre de 1932, el creador del Psicoanálisis plantea la oposición entre derecho y violencia,
siendo el derecho el poder de una comunidad.
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Escribe Freud:
“… está dado todo lo esencial: el doblegamiento de la violencia mediante el recurso
de transferir el poder a una unidad mayor que se mantiene cohesionada por ligazones de
sentimientos entre sus miembros (…) Las leyes de esa asociación determinan entonces la
medida en que el individuo debe renunciar a la libertad personal de aplicar su fuerza como
violencia, a fin de que sea posible una convivencia segura.”
Y enseguida, refiere una importante dificultad:
“…la comunidad incluye desde el comienzo elementos de poder desigual, varones y
mujeres, padres e hijos, y pronto, a consecuencia de la guerra y el sometimiento, vencedores
y vencidos, que se transforman en amos y esclavos. Entonces el derecho de la comunidad se
convierte en la expresión de las desiguales relaciones de poder que imperan en su seno; las
leyes son hechas por los dominadores y para ellos, y son escasos los derechos concedidos a
los sometidos.”
Sabido es que Freud, en su segunda dualidad pulsional, define las Pulsiones de Vida o
Eros y las Pulsiones de Muerte y afirma que todo acto psíquico es una imbricación de Eros y
Pulsiones de Muerte.
En el artículo de referencia plantea, una vez más, que toda acción humana contiene
componentes de ambos tipos de pulsiones y que la pulsión de muerte cuando es dirigida hacia
afuera deviene en pulsión de destrucción.
Pulsión de destrucción que, de manera desembozada, sustenta las guerras.
La inclinación de los seres humanos a agredir no es, de acuerdo a la teoría freudiana,
eliminable.
Escribe en el texto citado:
“…puede intentarse desviarla lo bastante para que no deba encontrar su expresión en
la guerra”.
Y sobre el final de la carta:
“Entre los caracteres psicológicos de la cultura, dos parecen los más importantes: el
fortalecimiento del intelecto, que comienza a gobernar la vida pulsional, y la interiorización
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de la inclinación a agredir, con todas sus consecuencias ventajosas y peligrosas. Ahora bien,
la guerra contradice de la manera más flagrante las actitudes psíquicas que nos impone el
proceso cultural, y por eso nos vemos precisados a sublevarnos contra ella; lisa y llanamente,
no la soportamos más. La nuestra no es una mera repulsa intelectual y afectiva: es en nosotros,
los pacifistas, una intolerancia constitucional, una idiosincrasia extrema, por así decir. Y hasta
parece que los desmedros estéticos de la guerra no cuentan mucho menos para nuestra repulsa
de sus crueldades.
¿Cuánto tiempo tendremos que esperar hasta que los otros también se vuelvan
pacifistas? No es posible decirlo, pero acaso no sea una esperanza utópica que el influjo de
esos dos factores, el de la actitud cultural y el de la justificada angustia ante los efectos de una
guerra futura, haya de poner fin a las guerras en una época no lejana. Por qué caminos o
rodeos, eso no podemos colegirlo. Entretanto tenemos derecho a decirnos: todo lo que
promueva el desarrollo de la cultura trabaja también contra la guerra.”
Nosotros los pacifistas. Caracteres de la cultura que aún no se han instalado
suficientemente.
En palabras de Donald Winnicot:
“Una de las finalidades del desarrollo de la personalidad es que el individuo pueda
recurrir cada vez más a lo instintivo. Ello involucra ser capaz de reconocer cada vez más la
propia crueldad y voracidad que entonces, y solo entonces, pueden ponerse al servicio de la
actividad sublimada.
Solo si sabemos que el niño desea derribar la torre de ladrillos le resultará valioso que
comprobemos que puede construirla.”
Escribí en Construcción vocacional. ¿Carrera o camino?
“Somos heterogeneidad. Conformados por múltiples tendencias, atravesados y
constituidos por la compleja historia de la humanidad, albergamos en nosotros, en forma de
procesamiento psíquico, las vertientes, corrientes y procesos que la humanidad ha producido
en su devenir. Vertientes, corrientes y procesos que constituyen la materia prima común que
el procesamiento mental convierte en ideas y afectos personales.”
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Reafirmaré conceptos trabajados en otros textos, entre ellos Diálogo inteligente en la
construcción de humanidad.
Somos seres humanos, seres complejos. Sujetos de sensibilidad, cuerpo, cultura,
inteligencia, angustia, capacidad creativa.
Una línea fundamental es considerar que los seres humanos, todos nosotros, estamos
“hechos” con los mismos componentes. Podemos encontrar variaciones culturales muy
importantes, diferencias históricas en el interior del desarrollo de cada cultura y, también,
grupales y personales en cada presente. Pero hay denominadores comunes que nos permiten
identificar como “humanos” a individuos de diferentes culturas, épocas, sectores sociales,
grupos, familias.
Se trata de una identidad que nos constituye en seres de amor y también de violencia
potencial o llevada a cabo. Identidad que nos confiere la posibilidad de felicidad y sufrimiento.
Identidad que contiene tendencias constructivas y des-constructivas
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(destructivas, incluso).
En una cultura (la nuestra, por ejemplo) y en una época (la actual, también, por
ejemplo), muchas personas trabajan y hacen para el “bien” y otras actúan des-
constructivamente, agresivamente respecto de los otros, usufructuando (porque suponen que es
a su favor) lo que esos otros hacen, producen, realizan. La diferencia entre esas personas no es
consecuencia de estar configuradas por elementos distintos. Son otras las causas por las cuales
las acciones de los seres humanos difieren en el sentido mencionado. Causas múltiples que
confluyen en la conformación histórica y psíquica de un ser humano, que no ha podido elegir
y seleccionar a muchas de ellas.
Cada ser humano, constitucionalmente, puede contener una proporción y/o distribución
peculiar de los elementos que nos constituyen a todos. Pero consideramos que la diferencia
fundamental entre las personas está dada por:
Las distintas situaciones que han vivido habiendo sido partícipes o no de la elección de
las mismas (son, entre muchas, situaciones que condicionan la historia y la
configuración psíquica de quienes las han transitado y que no han sido elegidas por esas
personas: lo vivido y vivenciado en la infancia y en la adolescencia como consecuencia
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El concepto de “tendencias des-constructivas” que trabajo en textos de mi autoría no guarda relación con el
concepto de “de construcción” propuesto por Jacques Derrida.
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de sistemas sociales inequitativos que ocasionan que muchos, muchísimos, individuos
se encuentren en lugares sumamente desfavorecidos desde los cuales se torna muy
difícil creer jubilosamente en el futuro; y, también, lo vivido y vivenciado por
pertenecer a familias con determinadas modalidades; entre otros muchos ejemplos) y,
luego.
La decisión (más o menos explícita; incluso, más o menos consciente) de hacer
prevalecer las tendencias que nos encaminan hacia el bien o las que nos conducen a
producir daño.
El gran mérito de tantas personas (¡tantas!, aunque anónimas en su mayoría desde el
punto de vista del reconocimiento público) no consiste en haber nacido distintas, en tener lo
que otras personas no tienen en su constitución o no tener lo que otras tienen, sino que reside
en el esfuerzo constante por hacer prevalecer las tendencias constructivas, el amor, el
reconocimiento del otro como semejante.
En palabras poéticas de Eladia Blázquez:
“(…) Vení... charlemos, sentate un poco. / ¡No ves que sos mi semejante! /A ver
probemos, hermano loco / salvar el alma cuanto antes. / Es un asombro, tener tu hombro / y
es un milagro la ternura.../ ¡Sentir tu mano fraternal! / Saber que siempre para vos… / ¡El
bien es bien y el mal es mal!”
Hablar de “el bien y el mal” no es lo mismo que hablar de “buenos y malos”, como una
propiedad intrínseca a unos u otros seres humanos, ni de “fuerzas” del bien y del mal.
La lucha, la primera lucha, es de cada uno consigo mismo. Es la lucha por hacer
prevalecer en nuestro interior y en nuestras acciones los componentes que conducen al “bien”.
Considero que el “bien” consiste en propender al logro de condiciones de humanidad
para todos los seres humanos, en el trabajo esforzado para que la humanidad pueda desarrollar
su capacidad constructiva, creativa, amorosa. A esto denomino construir humanidad. Esto es
lo que entendiendo por proceso de humanización.
Hay seres humanos (algunos de ellos con mucho poder) excesivamente compenetrados
y orientados por el valor del dinero, del poder como manera de dominar las vidas de las otras
personas, de la posesión de objetos (que llegan a incluir territorios, espacios y recursos
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naturales colectivamente necesarios). Supuestos privilegios que constituyen, en definitiva,
fetiches sociales. Tal vez, tan compenetrados y orientados estén por estos “valores” que no
alcancen a comprender que ese lugar de ganadores” en el sistema social los deshumaniza y no
los exime del riesgo al que como humanidad estamos expuestos en tanto mantengamos y
profundicemos las políticas y relaciones humanas “inhumanas”. Muchas veces, en el frenesí
del poder, de la fantasía de omnipotencia (recurrente contracara del sentimiento de impotencia),
del odio (expresión frecuente de la estructura paranoide) cometen hechos aberrantes. Actúan
en enemistad con la humanidad en su necesario proceso de humanización, con el amor, con la
vida. No es lo mismo que pensar que son “enemigos”. La concepción amigo - enemigo contiene
elementos que conducen al maniqueísmo, a la hostilidad sutil o desenfrenada, al no
reconocimiento de las propias tendencias destructivas.
Quienes dan rienda suelta a las pulsiones destructivas, al odio, a la violencia, a la
ferocidad ponen en evidencia (nos guste o no) una posibilidad de la humanidad. Así como
ponen en evidencia una posibilidad de la humanidad: tantos creadores conceptuales o prácticos
que, con o sin reconocimiento público, aportan novedad a las formas humanas de comprender,
pensar, actuar, hacer; artistas; filósofos; científicos; tantos individuos que han dado muestras
de ejemplaridad con sus acciones; personas entregadas a acompañar la vida de otros y, muchas
veces, a aliviar el sufrimiento de otros; y millones de seres humanos que cotidiana y
silenciosamente entregan lo que realizan.
Todos ellos construyen humanidad, actúan favoreciendo el proceso de humanización
que tiende al descubrimiento, despliegue y consolidación de las capacidades creativas,
solidarias, amorosas.
La cara, la palabra, la historia de quien hasta hace un rato era considerado enemigo…
Y "el concepto de enemigo se cae a pedazos".
¿Vale para los "fuegos cruzados" que no constituyen "guerras" en el sentido estricto y
más brutal del término?
¿Vale para mayor cantidad de personas que las que se conocieron y respetaron en el
Canberra?
¿Vale para personas de todas las edades?
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¿Vale para cuestiones que hacen a lo "macro", política nacional e internacional, por
ejemplo?
¿Vale como punto de partida para propender a una vida sin enemigos aunque con
oponentes, sin malos tratos aunque con discusiones, sin discriminaciones aunque con
reconocimiento de las diferencias en el contexto de la semejanza?
El reconocimiento de la semejanza fundamental que tenemos los seres humanos permite
reconocer y relativizar diferencias.
Relativizar diferencias (subordinadas a la semejanza fundamental) contribuye a que las
mismas no ocupen el lugar central desplazando a la semejanza.
En Diálogo inteligente en la construcción de humanidad, relato que de niño y
adolescente imaginaba con angustia que un ser inteligente, no terrestre, miraba asombrado y
sin comprender cómo seres muy muy parecidos se enfrentaban entre en guerras y en otras
situaciones violentas.
Pudieron trascenderse a sí mismas personas que habían atravesado el infierno de hielo
y balas y bombas, sabiendo que muchos de quienes estaban con ellos quedaron para siempre
en esas nieves entonces hostiles.
¿Podremos?
¿Podremos reconocernos como semejantes y hacer que se caiga a pedazos el concepto
de enemigo?
Entiendo que el ejemplo de seres humanos que no habiendo elegido la guerra tuvieron
que padecerla, y que se "encontraron" en el más pleno sentido del término, trascendiendo en
conjunto "la peor inmoralidad de la civilización", nos pone en el compromiso, necesario y
fundamental, de intentarlo.
George Steiner planteó con claridad:
“Somos cómplices de lo que nos deja indiferentes.”
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BIBLIOGRAFÍA
Freud, S.(1979).Obras completas. Amorrortu Editores.
Rivelis, G. (2007).Construcción vocacional: ¿Carrera o camino? Noveduc.
Rivelis, G.(2022) Diálogo inteligente en la construcción de la humanidad,
recuperado de http://www.gui.com.ar
Salvaje, M. (sf). Reportaje en FM 89.9
Arce, G. (2013). Idioma Lenguaje y Silencio: Ensayos sobre la literatura, el
lenguaje y lo inhumano. Envejecido.
Winnicott, DW (1979). Privación y delincuencia (C. Winnicot). Paidós.