Revista Científica de UCES
Vol. 28 N° 2 (Julio Diciembre de 2023)
ISSN Electrónico: 2591-5266
(pp. 1-15)
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Tatuajes como "Marcas Simbolizantes"
1
Por Hilda Catz
2
hildacleliacatz@gmail.com
Artículo Recuperado de la Revista de Desvalimiento Psicosocial de UCES
ARK-CAICYT: https://id.caicyt.gov.ar/ark:/s25915266/hfgr6yym8
RESUMEN
Como psicoanalistas en la actualidad, nos enfrentamos con problemáticas diversas que
nos demandan posicionamientos diferentes. Los últimos veinte años, acompañados por una
cierta robotización del individuo en Occidente, podemos observar como que va perdiendo
dimensión el cuerpo tangible frente a la explosión de las imágenes digitalizadas, donde se
perfila la demarcación corporal, como la demarcación generacional, pero sobretodo nos
encontramos con un mundo que no busca un interlocutor con intención significante y
comunicativa.
ABSTRACT
As psychoanalysts today, we face diverse problems that demand different positions
from us. The last twenty years, accompanied by a certain robotization of the individual in the
West, we can observe how the tangible body is losing dimension in the face of the explosion
of digitalized images, where bodily demarcation is outlined, as well as generational
demarcation, but above all we find ourselves with a world that does not look for an interlocutor
with significant and communicative intention.
1
Artículo original recuperado de la Revista de Desvalimiento Psicososicial de UCES. Vol. 10 Núm. 1 (2023).
2
Miembro titular en función didáctica APA. Coordinadora del Departamento de Niños y Adolescentes APA.
Profesora de Seminarios APA. Profesora Titular invitada de la escuela Inglesa y Francesa USAL. Escritora y
artista plástica.
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RESUMO
Como psicanalistas hoje, enfrentamos diversos problemas que exigem de nós posições
diferentes. Nos últimos vinte anos, acompanhados de uma certa robotização do indivíduo no
Ocidente, podemos observar como o corpo tangível vai perdendo dimensão face à explosão das
imagens digitalizadas, onde se delineia a demarcação corporal, bem como a demarcação
geracional, mas sobretudo nos encontramos com um mundo que não procura um interlocutor
com intenção significativa e comunicativa.
“Yo que por el cuerpo andan pensamientos. Yo que por el cuerpo andan pensamientos
descalzos, y no todos suben a la cabeza y se visten de palabras”
Felisberto Hernández.
Desarrollo
La
palabra
inglesa
tattoo
viene
del
término
polinesio
tatau
lo
cual
significa
la sensación de ser golpeado y también proviene de una palabra derivada del polinesio que
es Tohu, padre de la noche y creador de todos los dibujos de la tierra (Salamone, 1994).
Desde tiempos remotos se han definido así lugares y funciones, tanto sociales como
sexuales, como una forma de implorar a los dioses en busca de protección frente a los espíritus
demoníacos. De esa forma, tatuajes, perforaciones, pinturas, peinados, accesorios y vestidos
estarían estrechamente interrelacionados entre sí, constituyendo diversas imágenes que no son
superficiales, sino que como en un caleidoscopio, estructuran el cuerpo de una época y en una
cultura determinada.
Adquieren relevancia durante la adolescencia, etapa de la vida de extrema
vulnerabilidad, caracterizada por la depresión y los avatares de la transformación de los objetos
de amor originales. Por lo tanto, en muchos casos también pueden detectarse como cicatrices
de heridas en su andamiaje identificatorio, que en algunos casos, nos develan el armado cultural
del cuerpo erógeno en su delicado equilibrio inicial.
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Este trabajo es el resultado de investigar en la clínica estos procedimientos que se
realizan en el cuerpo los adolescentes y adultos jóvenes, aunque tampoco privativo de estos
grupos etarios. Los tomaré como cicatrices reveladoras que tienen que ver, desde mi punto de
vista, principalmente con las problemáticas planteadas en torno a las particularidades de las
inscripciones parentales en nuestra cultura.
En la mayoría de los casos, los tatuajes son vivenciados como pieles protectoras, que
sostienen y cubren de intensas ansiedades, intento legitimar desde su propio lenguaje, estas
manifestaciones culturales, sociales e individuales; que constituyen verdaderos puntos
cruciales entre lo somático y lo psíquico, entre biología e historia del individuo.
Puede observarse que muchas veces buscan de alguna forma legitimar o expresar
identidades que sienten en peligro de desintegración, como también un espacio de producción
de subjetividades cifradas en un plano ontológico que despliegan segmentos espacio-
temporales autopoiéticos. Esto último se refiere , por ejemplo a adolescentes que crean sus
propios emblemas identificatorios, ante la falta de sus referentes significativos, y la ausencia
de valores e ideales transmitidos por la cultura. He podido observar que el tatuaje en la mayoría
de los casos, adquiere además relevancia de testimonio porque inscribe una pertenencia, la
inscripción del sujeto en una historia personal para ser heredero de una cultura y de un linaje.
Los tatuajes desde mi perspectiva pueden ser conceptualizados como cicatrices reveladoras,
como “Marcas Simbolizantes” (Catz 2011). en tanto inscripción y/o desciframiento de duelos
en un espacio potencialmente creativo que suscribo particularmente a los déficits de las
inscripciones parentales en nuestra cultura. Parafraseando a Dejours que habla de las
enfermedades psicosomáticas como ”Somatizaciones Simbolizantes”, hablo de las “Marcas
Simbolizantes” que tienen la potencialidad de abrir el camino a las representaciones mentales
necesarias para que se produzcan los conflictos psíquicos.
Con respecto a la temática planteada en torno a las inscripciones parentales, me pareció
particularmente interesante tomar en cuenta lo investigado por A. Garma (1961), quien plantea
que fue característico del arte más primitivo la ornamentación sobre el cuerpo humano, en sus
dos formas de vestidos y de tatuajes. Fue creado por las madres prehistóricas la ornamentación
sobre el cuerpo humano, con la finalidad de seguir otorgando mágicamente a sus hijos, ya
nacidos, todo el apoyo que les fue posible darles durante su vida intrauterina. Dibujaban sus
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cuerpos con tintas vegetales, para protegerlos de los animales salvajes, al mismo tiempo que
los vestían y cubrían siguiendo los parámetros del contexto social en que se hallaban.
Esta protección debió seguir tomando diferentes aspectos en el transcurso de las
diferentes edades del individuo, que al crecer ya no precisó la protección materna, sino más
bien la independencia de ella. Esto último fue dando origen a los ritos de la pubertad,
difundidos en todos los pueblos, tanto primitivos como civilizados, donde pueden encontrarse
lo que sería “las marcas” de ese proceso en un amplio abanico de posibilidades creativas.
Según el autor mencionado, se han demostrado mediante estudios psicoanalíticos de la
pubertad, que uno de sus significados más profundos es el de señalar así el paso, la marca del
pasaje de la madre al padre. (pág. 20-21). O sea, que desde tiempos inmemoriales existió y
sigue existiendo, como se comprueban en momias halladas, que ya tenían hechos tatuajes con
finalidades en general se cree que terapéuticas, en distintas partes del cuerpo. También se
usaban con finalidades punitivas, discriminatorias, pero además creativas y ornamentales.
Podría pensarse que debido a los déficits parentales la cadena de la transmisión psíquica
en la actualidad se hallaría en algunos casos, seriamente perturbada, ya sea por la ausencia de
inscripciones simbólicas o por la hiper-presencia de antecesores que pretenden ser clonados
por su descendencia; donde aparece pervertido en mandatos fanáticos y nepotismos
esclavizantes. Evidenciando una existencia muda que se transmuta en la piel, y poseen una
verdadera elocuencia ontológica entre el determinismo socio-cultural y la historia singular que
implica por lo menos tres generaciones. El tatuaje adquiere así relevancia de testimonio, donde
la palabra cede el lugar a la imagen, que no siempre vale más que mil palabras, salvo que
estemos dispuestos a encontrarlas.
Presentación de un caso clínico:
Trabajando con pacientes, hubo un caso que por sus características marcó para la
necesidad de investigar qué es lo que podría estar significando un tatuaje.
Daniela era una adolescente de 16 años que se presentó vestida con un estilo “heavy
metal”: con cadenas, aros en distintas partes del cuerpo, ropas oscuras, el pelo de color violeta
y una actitud desafiante y provocativa. Desde el primer momento Daniela trataba de
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impresionar con su vestimenta, con sus actitudes de desprecio y burla constantes, como si fuese
una forma de lo que en francés se denomina:"Pour épater le burgeois" (Para espantar al
burgués).
Fue su madre quien pidió la consulta ya que nunca hasta ese momento había podido
lograr que Daniela empezara un tratamiento pese a las reiteradas tentativas con diversos
profesionales, a los que decía que ella iba "matando". Según su relato la joven tenía una
conducta impulsiva autodestructiva, síntomas de anorexia y bulimia, dificultades en el
rendimiento escolar y de relación con sus compañeros. Daniela es enviada a la consulta por el
Juez de Menores tras tres episodios de coma alcohólico por los que se la había hospitalizado.
La madre me contó que cuando su madre lloraba solía decirle: “Guarda las lágrimas para
cuando me muera”.
En principio los padres tenían una actitud desaprensiva con respecto a los síntomas de
la hija, principalmente el padre poniendo una serie de inconvenientes con respecto al mismo,
y sobre todo provocando una sensación de rechazo frente a su falta de empatía con el
padecimiento de la misma, con total desconexión de la gravedad de la situación. Se separaron
cuando Daniela tenía 4 años, y su hermanito 9 meses y conformaron en su momento una pareja
inestable y conflictiva, caracterizada por el abandono y la desatención afectiva principalmente.
Cuando la niña nace, para la madre su majestad no fue el bebé, sino su trabajo al que se
dedicó en extremo, según sus palabras, movida por la inseguridad que le generaba la relación
entre ellos. No obstante pudo amamantar 1 año a Daniela, ayudada por la abuela materna. Al
mismo tiempo, luego de tener el segundo hijo, el padre empezó a alejarse cada vez más y se va
a vivir al exterior, hecho que desestabilizó totalmente el vínculo con los mismos.
En su primera entrevista, Daniela portaba en su espalda un tatuaje recién hecho porque
todavía estaba cubierto con gasas, que representaba a un extraño monstruo que se cuidaba
mucho de mostrarlo a su familia. Lo que considere su disfraz de irreverencia despertó en
sentimientos de ternura, que inmediatamente establecieron como un puente invisible donde el
acercamiento se hizo posible. Se abrió así una comunicación silenciosa que luego se hizo
palpable en el despliegue de la primera entrevista y a lo largo de su proceso terapéutico.
Comencé trabajando con la técnica del garabato de Winnicott, que pese a su sorpresa,
fue diseñando un tratamiento posible. En hojas de papel y con dos colores diferentes, le ofrecí
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elegir entre el negro y el rojo y le propuse hacer un garabato con los ojos cerrados y luego ella
o yo los completábamos, según quien empezara y así sucesivamente.
Los garabatos como si fueran dibujos que comenzaban a entrar en movimiento, fueron
abriendo un camino de encuentro ya que ella empezó a interesarse por esas imágenes, que
habían comenzado como un juego compartido desde la primera entrevista.
A diferencia de los tatuajes, los garabatos se podían transformar poniendo así en
movimiento lo que yo consideraba que estaba como congelado dentro de ella, sentimientos,
miedos, terrores sin nombre, a la espera de un espacio para poder darle palabras. Pienso al
tatuaje como un “duelo congelado”, detenido en su elaboración por no haberse dado las
condiciones necesarias en el entorno para realizarla. Tomo el concepto de Winnicott(1958)
sobre lo que él denomina situaciones de fracaso congeladas, a la espera de un espacio para
poder transicionarlas.
Pude detectar que detrás de su arrogancia y actitud de omnipotencia, se encontraba un
pedido desesperado de auxilio, para poder liberarse de lo que se fue vislumbrando como
temores muy profundos que la embargaban. En el transcurso del tratamiento se fue haciendo
trabajar su memoria y su historia, que se encontraba como encapsulada en esas marcas
inscriptas en su piel, que hablaban desde una mirada psicoanalítica de un desgarro que
creativamente se fue transformando en lenguaje.
En las primeras entrevistas con Daniela utilicé la técnica del garabato de Winnicott, en
tanto gesto espontáneo, y como todo gesto espontáneo autobiográfico, aunque no en un sentido
literal. La invia hacer los garabatos, sabiendo que su reacción iba a ser de burla, ya que yo
podía ser más “loca” que ella al tratarla como lo que era, una adolescente de 16 años, muerta
de miedo, y comenzamos. Expongo aquí los garabatos y dibujos de la primera entrevista.
Consiste en que el terapeuta se ofrece a hacer un garabato con los ojos cerrados y el
entrevistado tiene que tratar de completarlo con lo primero que se le ocurra, como regla
fundamental, y luego se invierte la situación y continúan intercambiando los lugares. Utilizo
dos colores, el negro y el rojo, dejando la elección a Daniela, que prefirió el color negro.
El primer garabato que completa, a partir de mi garabato es lo que denomina: “la
cicatriz”, contando detalles cruentos con respecto a la costura de la misma, y solazándose con
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los mismos. Pueden detectarse en ella cicatrices de profundas heridas en su andamiaje
identificatorio, como aparecen reflejadas en el primer garabato, el de la cicatriz.
Figura 1. Figura 2
En el segundo, que yo completo a partir de su garabato, le digo que veo una clave de
sol, y le pregunto si sabe tocar algún instrumento, a lo que me responde que sí, guitarra. Pero
porvenir aquí se lo pierde. Yo consideré que hay un porvenir que se lo está perdiendo, pero no
por venir, sino todo lo contrario y la música podía ser válida para empezar a encontrar algunas
notas acordes en el vínculo terapéutico. Me contó una canción de un viejo marino con una
carabina que aterrorizaba a la gente, relato que luego adquirió ribetes particularmente trágicos
al desanudarse algunos núcleos de sus ancestros tanto maternos como paternos.
Figura 3 Figura 4
En el tercer garabato, a mi línea ella la completa haciendo un animal, situación que
evidenciaba que empezaban a aparecer aspectos de ella ligados a lo instintivo y agresivo de
una forma simbólica.
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Figura 5 Figura 6
En el cuarto garabato, yo completo sus líneas con lo que me pareció que era un conejito
de peluche sobre una almohada. Daniela estalla en carcajadas, diciendo que ella es una conejita,
pero de lo que en esa época se llamaba la Revista "Play boy", con fotos de mujeres desnudas.
Yo sabía de su posible reacción ante mi asociación, pero este garabato tuvo luego un derrotero
inesperado cuando tuvimos las entrevistas de binomio con su madre, ya que entró corriendo y
me pidió la carpeta.
Acto seguido buscó el garabato de la conejita y dijo, viste mamá, es igual a la que tengo
debajo de la cama, que me la regaló papá cuando era chiquita. La de peluche de color rosa.
Aparecía así de manera inesperada, su objeto transicional.
Figura 7 Figura 8
El quinto garabato lo completa ella haciendo un arco, con lo que me pareció que
demarcaba la posibilidad de empezar a jugar el partido de un proceso terapéutico posible, había
un arco simbólico hacia dónde tirar, una red en ese arco, que no estaba vacío ni vaciado por
sus ataques destructivos y omnipotentes.
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Figura 9 Figura 10
El sexto garabato no fue un garabato porque pidió dibujar sola, e hizo la calavera que
empieza a delimitar el camino hacia donde empezábamos a dirigirnos en el oscuro laberinto de
su mundo interno. Sus temores más profundos y sus experiencias más penosas.
Figura 11
El séptimo garabato , a partir de mis líneas es el que representa según sus palabras, el
casco de un soldado de las cruzadas y el escudo, acercándonos cada vez más a sus zonas
conflictivas, en guerra metafóricamente hablando.
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Figura 12 Figura 13
El octavo garabato, prácticamente lo hace sola, y aparece el pañuelo de las madres de
Plaza de Mayo, descubrimiento que la asombra, que a mi entender representa a los hijos
desaparecidos, pero en relación a como se sentía ella respecto de la mente de sus padres.
Figura 14 Figura 15
Y por último hacemos un garabato contado que consistió en escribir lo que apareciera
a partir de: Había una vez...y escribió:” un perro que mordió a una nena en el talón, y ella se
escapó para no enfrentar su muerte, y se fue bien lejos para no encontrarse con nadie conocido
que le recuerde su pasado que tanto odiaba...”
Luego me dice que quiere hacer un dibujo y realiza lo que vendría a ser un dibujo libre,
que es lo que promueve Winnicott con su técnica, la expresión de la propia creatividad, el
objeto transicional y el material de los sueños.
Figura 16
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Podemos ver una niña en una plaza al anochecer, sola, como atada a una hamaca, con
unos interrogantes inquietantes de unos pasos en un camino de costado, en un ambiente que
trasunta soledad y desamparo. Las asociaciones de este dibujo fueron que ella acostumbraba a
escaparse a una plaza de noche y quedarse sola, sabiendo que es peligrosa la zona.
Luego se larga a llorar y relata una situación terrible que vivió, y que no había podido
contársela a nadie en toda su dimensión. Estando de vacaciones con su padre, había sido violada
por dos muchachos sin poder reaccionar ni recordar con claridad el hecho, porque previamente
la habían hecho tomar alcohol en cantidades. Daniela estuvo de acuerdo en que lo hablemos
con su madre estando ella presente, y fue en esa sesión de binomio que sucedió lo acontecido
con la conejita que se hacía pasar por coneja de play boy y estaba simbólicamente debajo de la
cama, representando su primer objeto transicional.
Esta situación resultó ser la resultante de una larga historia de violencia, incluso a nivel
transgeneracional ya que sus abuelos paternos eran seres muy aislados con crueles experiencias
vividas en la guerra. Por otro lado a su vez, el padre de Daniela era un hombre violento y con
una personalidad hipomaníaca, desvinculado de su familia de origen y de sus hijos, con los que
mantenía una forma transgresora que podría calificarse de incestuosa en el trato, especialmente
con ella, dejándolos simbólicamente huérfanos.
Por otro lado, hay un hecho que era desconocido por Daniela, que me lo comunica su
madre en privado, después que se entera de lo que le pasó a su hija, que es el siguiente: Su
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abuelo materno era un hombre muy desequilibrado, paranoide, que amenazaba con matar a sus
hijos mientras dormían, hasta que pese a infructuosos tratamientos que recibió, terminó
suicidándose. Puede considerarse que se trata de un secreto que sin duda está presente en sus
conductas de riesgo suicidas, y en la falta de continencia parental respecto de estas.
O sea que, podría decirse que su supuesto ángel de la guarda representado por la bruja
tatuada en su espalda representaba entre otras posibilidades, esta conducta delirante de su
abuelo materno y disparando en Daniela todo tipo de actuaciones autodestructivas.
Como puede verse en la viñeta presentada el tatuaje evidencia una existencia muda que
se trasmuta en la piel, como testigo que de lo no testimoniado, y lo destaco como “marca
simbolizante” (Catz 2011) con potencialidad significante, porque posee una verdadera
elocuencia ontológica, entre el determinismo socio-cultural y la historia singular que implica
por lo menos tres generaciones.
Luego de algunos años de tratamiento y de una evolución que podríamos considerar
muy favorable, Daniela trajo un poema de Alejandra Pizarnik, poetisa argentina que tuvo un
destino trágico ya que se suicidó siendo muy joven, titulado Fiestay del que transcribo a
continuación un fragmento:
“He desplegado mi orfandad
sobre la mesa como un mapa.
Dibujo el itinerario
Hacia mi lugar al viento
Los que llegan no me encuentran.
Los que espero no existen
Y he bebido licores furiosos
Para transmutar los rostros
En un ángel, en vasos vacíos"
Con este poema Daniela me estaba transmitiendo en toda su intensidad dramática cómo
se había sentido antes de tratarse, sus intentos de suicidio, en una supuesta "fiesta" donde
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desplegaba una conducta de riesgo que podríamos llamar maníaca por su exaltación, despliegue
de omnipotencia y arrogancia.
Luego de unos años de terminado su tratamiento, me encontré con su madre de manera
fortuita, y me agradeció con mucho cariño el trabajo que había realizado con su hija. Luego de
contarme cómo se encontraba su hija, y lo bien que estaba, agregó al despedirse:
-Ah, además de ser una profesional muy exitosa, se hizo sacar el tatuaje que llevaba en
la espalda, ese tatuaje horroroso que le ocupaba toda la espalda y que Ud. seguramente nunca
vio.
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