Revista Científica de UCES
Vol. 29 N°1 (Enero - Julio de 2024)
ISSN Electrónico: 2591-5266
(pp. 1-12)
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tolerancia, que es dado a cada uno por sus experiencias positivas con el ambiente y también
por su potencial heredado.
En este sentido Winnicott ofrece un planteo muy esperanzador a los padres, que radica
en la creencia de que las experiencias de cuidado y amor enmiendan la estructura del yo en
formación, recuperan al niño de sus transitorias vivencias de desintegración, discontinuidad,
fragmentación etc. Por lo tanto, bastaría una madre suficientemente buena capaz de aprender
de la experiencia y de reparar, para que las situaciones cotidianas negativas, no dejen un sello
traumático.
André Green, en su artículo sobre La madre muerta (1980), plantea los problemas del
duelo blanco utilizando la metáfora de la “madre muerta” para designar las consecuencias
psíquicas que se producen, no por la muerte real de la madre”, sino en relación a “una imago
que se constituye a consecuencia de la depresión de la figura materna”, que convierte al objeto
vivo en uno lejano, cuasi inanimado, átono.
Esta madre lejana, distante, fría, que mira al niño sin verlo, afecta fuertemente el futuro
libidinal, objetal y narcisista del pequeño. De esta manera, el infante tiene frente a su mirada y
como espejo de ésta, a una madre que lo cuida, pero que emocionalmente está muerta.
La depresión materna, que puede ser producida por la muerte o pérdida real de un objeto
amoroso para ella, de una fuerte herida narcisista u otro tipo de infortunio, no es percibida
claramente por el bebé, ya que se encuentra encriptada. La madre por su parte atiende al hijo,
pero cae en lo que Green ha dado por llamar un “pecho falso, producto de un sí mismo materno
falso, que nutre a un bebé falso”, siguiendo a Winnicott.
En este caso la psique queda poblada por fantasmas persecutorios y/o personajes
grandiosos; el proceso narcisista que interviene en la constitución del Yo se afecta, se
distorsiona y se crea una pseudo estructura psíquica.
Adicionalmente, este fenómeno denota un apego a lo destructivo que Green (1993)
refiere como apego a lo negativo y que trasladado a la clínica se observa como un constante
saltar de la investidura, a la desinvestidura, de la agresión, al masoquismo, etc.
Es decir, que la madre se ha adaptado operativamente a las necesidades del bebé, pero
no ha podido volcar sobre éste las investiduras libidinales.