Revista de Ciencias Empresariales y Sociales. Vol. 9, N°6, 2023 (Enero-Julio)
ISSN electrónico 2618-2327 (77-95)
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El último aspecto que analizaremos, de los muchos que podríamos debatir, lo que
haría de este ensayo un discurso interminable, es el de la percepción del tiempo durante
la internación hospitalaria. Ya mencionamos cómo sufre Testa la noche con sus ruidos,
luces, la casi imposibilidad de dormir, siendo incluso despertado de madrugada. Porque,
además de lo que la noche ya le trae, se lo despierta para estudios y a las 5 a.m. le vienen
a hacer un electrocardiograma. Ese tiempo del paciente es muy diferente al de la vida
“normal” de una persona.
Nada superará, de todas formas, la descripción de Cortázar, quien directamente
afirma que hay otra ciudad en el afuera, otro ritmo, otra vida. Entonces, el paciente del
relato se ve víctima de dolor, dolor que, en su percepción, retrasa la cura. En el adentro,
se vive otro tiempo, uno particular, como piensa que viven también presos y militares, un
tiempo especial para cada uno que los aleja aún más de la vida cotidiana. Un tiempo que
el médico no tiene para dedicar al paciente.
Los textos que hemos analizado, aunque superficialmente, dan una idea de la
percepción de los pacientes, a través del tiempo y más allá del lugar, con respecto a la
relación entre médico (siempre refiriéndonos a todo miembro del equipo de salud) y
paciente o, como diría el maestro Pedro Laín Entralgo, entre médico y enfermo (Laín
Entralgo, 1964) y entre éste y la institución de salud.
La pregunta que surge ahora, como preocupación, es ¿por qué? ¿Qué hace que, a
través de décadas por lo menos, se mantenga este tipo de relación, qué lleva a esta
percepción por parte del paciente, quien debería ser el centro de atención, sujeto de la
asistencia médica, y no simple objeto de esta?
Es nuestra hipótesis que la respuesta se halla en la formación del recurso humano
en ciencias de la salud, y que el punto de quiebre del enfoque de la educación médica se
produce en el siglo XIX, cuando comienza la era de las etiologías con el avance de la
microscopía, con Lister, Pasteur, Koch y se establecen las bases de la cadena
epidemiológica: agente, huésped, medio.
A partir de allí es, en nuestra opinión, que comienza la formación “biologista” de
las ciencias médicas y se dejan de lado los enfoques más humanísticos, limitados o no en
sus concepciones, de siglos anteriores.
Good nos ha acercado un punto de vista muy completo sobre el modo en que la
medicina construye sus objetos, cómo define el cuerpo humano y la enfermedad “en una