Revista de Ciencias Empresariales y Sociales. Vol. 12, N°7, 2024 (julio-diciembre)
ISSN electrónico 2618-2327 (1-16)
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Sentimientos, moralidad y espiritualidad: explorando las relaciones contingenciales y su
impacto en el bienestar humano
Alejandro Ismael Vera
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alejandrovera.uflo@gmail.com
Fecha de recepción: 24 de agosto de 2024
Fecha de aceptación: 6 de octubre de 2024
ARK CAYCYT: https://id.caicyt.gov.ar/ark://fziz0b5nr
Resumen
El presente estudio aborda la compleja relación entre moralidad, sentimientos y bienestar,
destacando su importancia en las relaciones interpersonales y el bienestar humano. Se discute la
evolución de las concepciones tradicionales sobre las emociones hacia enfoques culturalmente
conscientes, resaltando la influencia de los patrones culturales en las respuestas emocionales. Las
teorías del desarrollo moral proporcionan un marco para comprender la evolución cognitiva y ética
de los individuos, mientras que el enfoque intuicionista-cognitivo destaca el papel esencial de la
dimensión emocional en la toma de decisiones éticas. Se subraya la importancia de la identidad
moral como motivador de la acción moral y su conexión con el bienestar subjetivo. La relación
intrínseca entre moralidad y bienestar revela que la coherencia entre la identidad moral y la acción
es crucial para el bienestar individual, mientras que las inconsistencias pueden tener repercusiones
negativas en la salud mental. La influencia de la religiosidad y la espiritualidad en la formación de
la identidad moral destaca la importancia de los factores socioculturales y espirituales en la toma
de decisiones éticas.
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial 4.0 Internacional
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Buenos Aires, Universidad de Flores https://orcid.org/0000-0002-4439-9696
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Se sugiere que futuras investigaciones exploren estas interrelaciones de manera holística,
considerando las dimensiones emocionales, cognitivas, culturales y espirituales para comprender
plenamente la moralidad humana y desarrollar intervenciones efectivas en el ámbito del bienestar
social.
Palabra clave: Moralidad-Afectividad-Relaciones Interpersonales-Salud Mental
Abstract
The present study addresses the complex relationship between morality, emotions, and well-being,
highlighting its significance in interpersonal relationships and human well-being. It discusses the
evolution of traditional conceptions of emotions towards culturally conscious approaches,
emphasizing the influence of cultural patterns on emotional responses. Moral development
theories provide a framework for understanding the cognitive and ethical evolution of individuals,
while the intuitionist-cognitive approach highlights the essential role of the emotional dimension
in ethical decision-making. The importance of moral identity as a motivator of moral action and
its connection to subjective well-being is underscored. The intrinsic relationship between morality
and well-being reveals that coherence between moral identity and action is crucial for individual
well-being, while inconsistencies may have negative repercussions on mental health. The influence
of religiosity and spirituality in shaping moral identity underscores the importance of socio-
cultural and spiritual factors in ethical decision-making. It is suggested that future research explore
these interrelationships holistically, considering emotional, cognitive, cultural, and spiritual
dimensions to fully understand human morality and develop effective interventions in the realm
of social well-being.
Keyword: Morality-Affectivity-Interpersonal Relations-Mental Health
Introducción
Durante la última década, se ha reavivado el interés en torno a las emociones y los sentimientos
tanto entre filósofos como entre científicos del comportamiento. Esta renovada atención se origina
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en la relevancia intrínseca que tales elementos poseen en el ámbito de las relaciones
interpersonales, en la configuración de construcciones sociales, en la evolución de instituciones y
en su profunda implicación en los fenómenos vinculados al bienestar y el malestar desde la visión
de la salud (Barragán, 2023). La concepción predominante considera a las emociones como
respuestas generadas por estímulos externos al individuo, dejando al sujeto en una posición pasiva
durante el transcurso del evento emocional. Sin embargo, recientes aportaciones han delineado que
las emociones y sentimientos mantienen una interrelación con patrones culturalmente específicos,
fomentan determinadas prácticas sociales y facultan a los individuos para otorgar significado a la
realidad que los rodea (Alsaad, Elrehail y Saif‐Alyousfi ,2022).
En este contexto, se forjan pautas de comportamiento específicas que aseguran la cohesión
interna de un colectivo, fenómeno que se ha conceptualizado como moralidad. Con el propósito
de explorar las tradiciones investigativas en torno a este constructo y sus posibles ramificaciones
en el ámbito de la investigación tanto básica como aplicada, el presente trabajo propone adentrarse
en dicho debate.
La definición de moralidad aborda la cuestión de identificar el propósito de la teorización
moral, considerando dos sentidos amplios de "moralidad": el primero, descriptivo (códigos de
conducta presentados por sociedades) y el segundo, normativo (código de conducta aceptado por
personas racionales), lo cual influye en la diversidad de teorías morales y la controversia sobre su
definición.
Tradicionalmente el estudio de la moral fue desarrollado dentro de neas filosóficas
racionalistas de la filosofía como es el caso de Kant, y su relación con los imperativos categóricos.
Según esta primera aproximación los humanos dotados de racionalidad, optan voluntariamente a
obrar utilizando una norma universal que los haría comportarse de la manera correcta y justa. En
esta misma nea, dentro del campo de las investigaciones psicológicas, podemos encontrar el
primer estudio del comportamiento moral en el desarrollo de la conducta aportado dentro de la
teoría cognoscitiva, conocida como racionalismo-cognitivo, según estos postulados la conducta
moral parte desde la filogénesis de la especie humana. Por lo tanto, el razonamiento moral de un
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agente está delimitado por su desarrollo biológico. En esta línea encontramos tres exponentes
principales, Piaget, Kohlberg y Turiel. Las cuales se desarrollarán a continuación.
La teoría del desarrollo moral de Jean Piaget se centra en las etapas del desarrollo cognitivo
y moral de los niños, proponiendo tres etapas. En la etapa premoral o heterónoma (hasta los 6-7
años), los niños siguen reglas impuestas por autoridades y consideran la moralidad en términos de
obediencia y consecuencias inevitables. En la etapa de moralidad de la cooperación o autónoma (a
partir de los 7 años), los niños consideran las intenciones detrás de las acciones y entienden que
las reglas pueden modificarse democráticamente, incorporando la equidad y la reciprocidad. En la
etapa de moralidad de principios universales, en la adolescencia, se consideran principios morales
abstractos y universales, como la justicia y los derechos humanos.
Lawrence Kohlberg amplió esta teoría proponiendo seis etapas agrupadas en tres niveles.
En el nivel preconvencional (etapas 1-2), las decisiones se basan en consecuencias personales. En
el nivel convencional (etapas 3-4), se consideran normas sociales y la opinión de otros. En el nivel
postconvencional (etapas 5-6), se desarrolla una comprensión más abstracta y reflexiva de la
moralidad, basada en el respeto a los derechos individuales, la democracia y principios éticos
universales.
Elliot Turiel enfatizó la distinción entre dominios morales, proponiendo dos principales: el
dominio moral convencional, basado en normas sociales cambiantes y el razonamiento basado en
la convención, y el dominio moral ético, que involucra principios universales y derechos humanos,
con un razonamiento basado en la equidad y la justicia. Estas teorías ofrecen una comprensión de
cómo las personas desarrollan su sentido de la moralidad, desde enfoques más egocéntricos hasta
consideraciones más abstractas y universales a lo largo de la vida.
De las Razones a los sentimientos
No obstante, es importante destacar que algunas orientaciones morales pueden tener una
naturaleza intrínsecamente "inmoral" o moralmente ambigua. En algunas circunstancias, los
individuos pueden adoptar conductas que, aunque sean consideradas moralmente aceptables desde
una perspectiva social, pueden tener consecuencias negativas para otros. Por ejemplo, la tendencia
a favorecer la lealtad intragrupal puede tener una doble connotación. Por un lado, puede fortalecer
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los lazos de cohesión social y promover la empatía mutua dentro de un grupo o comunidad. Sin
embargo, por otro lado, esta misma tendencia puede alimentar la rivalidad entre grupos y dar lugar
al surgimiento de actitudes etnocéntricas y xenofóbicas (Zavadivker, 2022; Castro, et al., 2022).
Esto puede deberse al sentimiento de reconocimiento social o a la existencia de justificaciones
socialmente aceptadas para actos que, en sí mismos, son considerados inmorales (Gómez Tabares
y Marín, 2019; Kruglanski et al., 2022; Miriyagalla y Pathirana, 2017). Por este motivo, se
comprende que los sentimientos toman un lugar importante en el desarrollo moral.
Los sentimientos han demostrado ser un concepto difícil de definir debido a múltiples
interpretaciones de estos en la historia. Sin embargo, es innegable la relación que subyace con el
comportamiento manifiesto de las personas, que dan sentido a la complejidad del comportamiento
humano tanto social como individual (Hayes, 2019; Hoffman y Hooley, 1998; Pinedo et al., 2017;
Ribes, y Pulido, 2015). Sobre esto Ribes (2018; 2021) sostiene que, los sentimientos comprenden
patrones reactivos/activos integrados con el lenguaje, y su composición y funcionalidad están
determinadas por su parecido y características compartidas con las prácticas episódicas que se
reconocen socialmente como tales sentimientos, a su vez, los sentimientos son el resultado de un
proceso de individuación social, por tanto los sentimientos morales tienen lugar como condiciones
percibidas de “bienestar” o de “malestar” con uno mismo.
En otras palabras, los sentimientos morales serian aquellas categorías que se adscriben a
sensaciones mediadas e incorporadas por un contexto socio-histórico que se encuentra como
resultado de las interacciones de tipo cultural, manifestados en costumbres o hábitos que lso
agentes realizan (Bourdieu, 2005; Huerta Rosas, 2008). Dentro del estudio de estos sentimientos
podemos encontrar; empatía, culpa, recelo, orgullo, entre otros (Gómez Tabares y Marín, 2019;
Malti y Dys, 2015; Smith, 1997). En esta misma línea, se comprende que este tipo de reacciones
son adquiridas y moldeadas dentro de las comunidades a través de un contacto con la cultura
(Rumjaun y Narod, 2020), es desde este punto que resulta importante el estudio de los sentimientos
morales y los estados de bienestar o malestar de las personas.
Fundamentos morales, su relación el bienestar común y el bienestar individual
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La propuesta intuicionaista-cogntiva formulada por Haidth y colaboradores, se enmarca en
el supuesto que, tanto el comportamiento como las cogniciones de las personas se encuentran
mediados por esto sentimientos y no dependen de un proceso racional per se, es por este motivo
que podemos sentirnos “bien” o “mal” por nuestros actos sin la de tener una regla explicita o una
autoridad indicándonos esto (Vidiella, 2022). La moral dentro de este paradigma, se desarrolla a
partir de fundamentos, los cuales inicialmente fueron: cuidado/daño, justicia/engaño,
lealtad/transgresión, autoridad/subversión y santidad/degradación. Esta concepción del desarrollo
moral, se presenta como innovadora ya que aborda la dimensión emocional/sentimental, que
acompaño el desarrollo de las instituciones históricamente existentes que velaron por el bienestar
de las personas.
En este contexto, el cuidado hacia los demás, expresado a través de acciones altruistas y
empáticas, puede promover sentimientos de satisfacción y conexión social, contribuyendo así al
bienestar emocional de los individuos (Eisenberg et al., 2017). No obstante, un exceso de
preocupación por el daño, puede generar malestar psicológico al agotar los recursos emocionales
del individuo (Smith et al., 2018). Por otra parte, la percepción de justicia en las interacciones
sociales y las estructuras institucionales también desempeña un papel crucial en el bienestar, ya
que contribuye a un sentido de equidad y seguridad en la sociedad (Tyler & Blader, 2003). Por
ejemplo, cuando las personas sienten que son tratadas de manera justa, experimentan un mayor
bienestar emocional y una mayor confianza en las relaciones interpersonales y en las instituciones.
Sin embargo, la experiencia de engaño o injusticia puede socavar este sentido de seguridad y
generar sentimientos de malestar y desconfianza (Lind et al., 1995).
En esta misma línea Mikulincer y Shaver (2016) sostienen que, la lealtad percibida hacia
los demás y hacia las instituciones puede estar relacionada con sentimientos de pertenencia y
seguridad emocional, lo que puede contribuir al bienestar individual y social. Por ejemplo, cuando
las personas se sienten leales a sus familias, amigos o comunidades, experimentan una sensación
de conexión y protección que puede mejorar su bienestar psicológico. Sin embargo, la experiencia
de traición o deslealtad puede generar emociones negativas, como la decepción y la angustia, que
pueden afectar el bienestar emocional (DeSteno et al., 2010).
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Por otra parte, la percepción de autoridad legítima y el respeto por las normas sociales
también pueden influir en el bienestar emocional de las personas (Hogg & Adelman, 2013).
Cuando las personas se sienten seguras dentro de un marco de autoridad legítima y respeto mutuo,
es más probable que experimenten un mayor bienestar emocional. Sin embargo, la resistencia a la
autoridad percibida como injusta o opresiva puede generar conflicto y malestar emocional,
especialmente en contextos de desigualdad o abuso de poder (Sidanius & Pratto, 1999). Por último,
la percepción y cumplimiento de normas relacionadas con la pureza pueden estar vinculadas a
sentimientos de bienestar, dado que estas acciones pueden proporcionar una sensación de orden y
seguridad (Rozin et al., 2008). Sin embargo, en otros contextos, la obsesión por la pureza puede
llevar a sentimientos de malestar, especialmente si se experimenta como una presión excesiva si
se asocia con actitudes de juicio hacia uno mismo o hacia los demás (Rottman et al., 2014).
Marco conceptual
Si bien la propuesta de Haidth y sus colaboradores describe con gran eficacia la relación
este los preceptos morales y bienestar de los individuos, aún quedaba pendiente el mecanismo
operativo que las personas tienen para realizar las acciones morales. Para satisfacer esta pregunta,
se introduce el concepto de "identidad moral" como un mecanismo motivador de la acción moral,
La "identidad moral" se presenta como un mecanismo motivador que, organizado en torno a rasgos
morales, influye en nuestras acciones y pensamientos hacia objetivos y comportamientos morales,
además de predecir cogniciones y comportamientos de esta índole (Aquino y Reed, 2002).
La identidad moral desempeña un papel fundamental al explicar la relación entre el
razonamiento y la conducta moral, ya que motiva a las personas a actuar de manera coherente con
sus principios e ideales éticos, evitando así la inconsistencia y el malestar psicológico. Aquino et
al. (2009) sugieren que la activación de la identidad moral impulsa la búsqueda de objetivos
morales a través de comportamientos acordes con estos ideales. Las personas con una identidad
moral activa tienden a comprometerse de manera continua con valores éticos y morales, mostrando
disposición para actuar de acuerdo con ellos y priorizando el bien común sobre sus propios
intereses. Además, ejemplifican una perspectiva ética de la vida que puede inspirar a otros y
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promover una mayor capacidad de modificación de decisiones cuando la identidad moral está
activada (Colby y Damon, 1992; Matsuba y Walker, 2005).
La moral, desde esta perspectiva podría operar como marco regulatorio autoreferido, ya
que se vincula estrechamente con el bienestar, según lo sugieren estudios recientes (Hardy et al.,
2013; García et al., 2018; Cui et al., 2021). Desde la perspectiva de la identidad moral, la
internalización y simbolización de normas morales se relacionan directamente con el bienestar
subjetivo (Cui et al., 2019). La internalización implica el proceso mediante el cual una persona
adopta consciente o inconscientemente los valores y normas morales de su entorno, integrándolos
en su identidad y comportamiento. Por otro lado, la externalización se refiere a la manifestación
de estos valores y normas en la conducta observable del individuo, lo que puede influir en su
percepción de bienestar y coherencia interna. Esta conexión profunda con la identidad moral se
asocia positivamente con el bienestar, sugiriendo que la coherencia entre la internalización de
normas morales y la acción potencial es esencial para el desarrollo del bienestar subjetivo (Cui et
al., 2019).
Es esta misma línea, investigaciones como las de Koening (2021) indican que la percepción
de injuria moral o la alteración del dominio moral pueden conducir a problemas de salud mental,
como la depresión y el trastorno de estrés postraumático. Esto sugiere que las inconsistencias entre
la identidad y la acción moral pueden tener consecuencias para el bienestar de las personas.
Bienestar, moralidad y religiosidad
La religión, en muchas culturas y sociedades, juega un papel fundamental en la formación
de la identidad, la moral y las creencias de las personas. Esto podría deberse a que, la religión
podría servir como un mediador en el proceso de socialización, ya que influye en la forma en que
las personas comprenden el mundo, sus relaciones con los demás y sus valores éticos (Morello y
Rabbia, 2023). Según Lagos Oróstica (2007), la dimensión religiosa puede tener un impacto
significativo en la forma en que las personas eligen sus prácticas culturales y los valores que
siguen. Esto se debe a que la religión puede proporcionar un marco ético y moral que influye en
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la toma de decisiones y en la adopción de comportamientos socialmente aceptados (Lagos
Oróstica, 2007)
Las creencias religiosas y los principios éticos derivados de la religión a menudo afectan
la manera en que las personas se relacionan con los demás, toman decisiones morales y éticas, y
participan en prácticas culturales específicas; por ejemplo Ej.el cumplimento del Mitzvá, en
tradiciones judías o los 10 mandamientos, dentro de las tradiciones cristianas. Esta misma línea
argumenta Silver (2017) que las personas con inclinaciones religiosas tienden a tener un
autocontrol alto, por esto, la toma de decisiones morales en este grupo se asocia significativamente
con la abstinencia de comportamientos desviantes (ej. consumo de sustancia, actos delictivos). Por
este motivo, la preservación de la religiosidad como una práctica institucional dentro de la sociedad
en algunos grupos.
En esta misma línea Forsberg y sus colaboradores (2018) sostienen que, las personas con
una orientación moral conservadora tienden a evitar o rechazar aquellos eventos o situaciones que
presentan ambigüedad, debido a que estos se presentan como una amenaza para la cohesión interna
del grupo. Por este motivo, la religiosidad se encuentra relacionada con una moralidad
conservadora (lealtad al grupo interno, obediencia a la autoridad, y pureza), este tipo de orientación
moral tienden a ser más propensas culpabilizar a una víctima de una agresión si estas no cumple
con las normas de comportamiento convencional establecida por la comunidad (Saldarriaga et al.,
2022).
Espiritualidad y moralidad
Considerando la complejidad de la moralidad y su conexión con diversos aspectos de la
vida humana, es esencial explorar cómo la espiritualidad influye en la formación de la identidad
moral y en la toma de decisiones éticas. La espiritualidad, definida como una motivación que guía
el comportamiento humano en la búsqueda de un sentido más amplio de significado personal en
un contexto escatológico, se entrelaza con la moralidad de diversas maneras (Piedmont, 2012). Por
este motivo sugiere Pinto (2007) que, la espiritualidad podría considerarse como un sistema de
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guía interna, básico para el bienestar humano, que influye en la vida, la conducta y la salud, sin
importar la filosofía, las creencias o las prácticas religiosas de la persona.
Es importante destacar que, aunque la espiritualidad y la religiosidad comparten elementos,
no son conceptos equivalentes. La espiritualidad, según Piedmont (2017), se caracteriza por tres
motivaciones numinosas centrales que responden a preguntas existenciales y amplían el dominio
formal moral conocido por las personas. Estas motivaciones son la Infinitud, entendida como la
búsqueda de durabilidad personal para los esfuerzos en la vida; el Significado, que implica la
necesidad de desarrollar propósito y dirección para nuestras vidas; y la Dignidad, medida utilizada
para encontrar la aceptación personal dentro de una perspectiva trascendente.
En el contexto de la espiritualidad, se observa cómo las creencias y prácticas espirituales
pueden influir en la formación de la identidad moral de las personas, la conexión con lo
trascendental puede orientar las decisiones éticas y proporcionar un marco para comprender el bien
y el mal (Ramos et al., 2017). Además, la espiritualidad se asocia con la construcción de un sentido
más profundo de significado en la vida, lo que puede impactar positivamente en el bienestar
subjetivo (Bożek, Nowak y Blukacz, 2020.)
En este sentido, la espiritualidad se presenta como un factor relevante en la motivación
moral de las personas. Al considerar la identidad moral como un mecanismo motivador de la
acción moral, la espiritualidad podría actuar como un impulsor significativo al influir en las
percepciones individuales sobre lo que es ético y moralmente correcto.
En última instancia, la relación entre espiritualidad y moralidad destaca la complejidad de
los factores que influyen en la formación del juicio moral y el comportamiento ético de las
personas. A medida que exploramos esta interconexión, se revela que la espiritualidad no solo
contribuye a la construcción de la identidad moral, sino que también puede desempeñar un papel
significativo en el bienestar individual y en la comprensión de la moral en el contexto más amplio
de la sociedad contemporánea (Piedmont, 2012; Piedmont, 2017)
Discusión
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El análisis presentado de las interrelaciones entre moralidad, sentimientos, espiritualidad y
bienestar revela la complejidad inherente a estos conceptos. La evolución del enfoque tradicional,
que consideraba las emociones como respuestas pasivas a estímulos externos, hacia una
comprensión más matizada que reconoce la influencia cultural en la formación de patrones
emocionales, marca un hito significativo en la investigación contemporánea.
El contraste entre las teorías del desarrollo moral de Piaget, Kohlberg y Turiel destaca la
importancia de la evolución cognitiva en la comprensión y adopción de principios éticos. Desde
la infancia hasta la adolescencia, los individuos avanzan desde una obediencia basada en autoridad
física hacia la internalización de principios morales abstractos.
La introducción de la perspectiva intuicionista-cognitiva de Haidth y la noción de
"identidad moral" añaden capas adicionales a nuestra comprensión de la moralidad. La idea de que
las acciones morales están motivadas por sentimientos, no solo por un proceso racional, enfatiza
la importancia de la dimensión emocional en la toma de decisiones éticas.
La conexión entre moralidad y bienestar es un tema central en esta discusión. La coherencia
entre la identidad moral y la acción impacta positivamente en el bienestar subjetivo, pero las
inconsistencias pueden llevar a problemas de salud mental.
Por otra parte, la influencia de la religiosidad en la formación de la identidad moral destaca
la importancia de las creencias y prácticas religiosas en la toma de decisiones éticas. La conexión
entre religiosidad, moralidad conservadora y cohesión grupal subraya cómo la dimensión moral
puede ser moldeada por las normas culturales y religiosas. Por último, la espiritualidad,
diferenciada de la religiosidad, emerge como un componente que podría brindar nuevas
orientaciones en la motivación moral logrando crecimiento o expansiones de los dominios morales.
Figura 1: Representación de la relación presentada
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Conclusión
En conclusión, este análisis integral resalta la dinámica compleja entre moralidad,
sentimientos, espiritualidad y bienestar, subrayando la necesidad de abordar estos conceptos de
manera interconectada para comprender la riqueza de la experiencia humana. La evolución desde
concepciones simplistas de las emociones hasta enfoques más culturalmente conscientes ha
enriquecido nuestra comprensión de cómo las personas interactúan con su entorno moral y social.
Las teorías del desarrollo moral proporcionan un marco sólido para entender la evolución
cognitiva y ética de los individuos desde la infancia hasta la adolescencia. La introducción del
enfoque intuicionista-cognitivo, junto con el papel central de la identidad moral, agrega una capa
emocional y motivacional esencial, destacando la complejidad de la toma de decisiones éticas.
La relación intrínseca entre moralidad y bienestar revela que la coherencia entre la
identidad moral y la acción no solo es esencial para el bienestar subjetivo, sino que las
inconsistencias pueden tener repercusiones negativas en la salud mental. La conexión entre
moralidad y la religiosidad, subrayan la importancia de factores socioculturales y espirituales en
la construcción de la identidad moral.
Investigaciones futuras, podrían abrir un campo prometedor para explorar aún más estas
interrelaciones complejas. Las dimensiones emocionales, cognitivas, culturales y espirituales
deben ser consideradas de manera holística para comprender plenamente la toma de decisiones
éticas y su impacto en el bienestar individual y social. Además, se invita a explorar las
implicaciones prácticas de estas investigaciones en contextos aplicados, como la psicología clínica,
la educación y el diseño de intervenciones sociales.
En última instancia, la integración de estas perspectivas nos proporciona una visión más
completa y matizada de la moralidad humana, destacando su naturaleza multidimensional y
subrayando la importancia de abordarla desde enfoques interdisciplinarios. Este camino hacia la
comprensión más profunda de la interconexión entre moralidad, sentimientos y bienestar promete
enriquecer nuestro conocimiento y contribuir al desarrollo de intervenciones más efectivas en el
ámbito de la salud mental y el bienestar social.
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