Revista de Ciencias Empresariales y Sociales. Vol. 12, N°7, 2024 (julio-diciembre)
ISSN electrónico 2618-2327 (1-10)
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anteriormente protegidos, lo cual entraña la marginación de regiones enteras del mundo y, a menudo,
la agravación de las desigualdades económicas dentro de los países” (Lee y Vivarelli, 2006, p.188).
Además, suelen responsabilizar a la globalización por el auge de las actividades financieras
especulativas, las cuales reflejarían una doble faz: generadoras de riqueza inmediata y, al mismo
tiempo, de riesgo y crisis por su volatilidad. Ello, muchas veces en desmedro de la inversión
productiva, cuya mayor seguridad implicaría un horizonte de mediano o largo plazo para exhibir
réditos.
Autores como el politólogo estadounidense Samuel Huntington (2004), también argumentan
que la identidad global habría llevado a la disminución del sentido de pertenencia nacional,
favoreciendo la emergencia de fuerzas de fragmentación al interior de los mismos Estados:
movimientos regionales subnacionales, étnicos, religiosos, entre otros, que podrían directa o
indirectamente erosionar la integración de un país.
En consecuencia, determinados grupos sociales y políticos se refugian en posturas de corte más
nacionalista, como un mecanismo de defensa frente a estos impactos percibidos como amenazantes
para las entidades estatales. Según Savarino (2001, p.108), para esta cosmovisión
La nación remite, ante todo, a un sentimiento de pertenencia específicamente territorial definido
por un espacio particular, que debe basarse en un principio de exclusión que tenga en las
fronteras políticas físicas su más clara expresión. Los nacionalismos constituyen, por tanto, una
de las pervivencias más evidentes de la modernidad ante un exceso creciente de
“sobremodernidad”, “hipermodernidad”, “posmodernidad”, “trans-modernidad”, a falta de una
denominación más precisa para esta nueva realidad universal, envolvente y aún poco entendida
en muchos aspectos. El nacionalismo, en suma, parece proporcionar un anclaje moderno frente
al peligro de la dispersión en el mare magnum de la desterritorialización trans-moderna.
De esta manera, aparecen fuertes reivindicaciones de aspectos singulares como historia, cultura,
creencias, próceres, entre todo aquello que restituya el sentido de “patria”. Al contrario de lo que
planteaba Francis Fukuyama, el siglo XXI observa la llegada al poder de ciertos gobiernos que
proclaman un mayor control en las fronteras, el retorno de la producción a territorio nacional, la
desconfianza en la integración regional o regionalismo, el cuestionamiento del rol de los organismos
internacionales, por mencionar ciertas características inesperadas para las predicciones del referido
autor norteamericano a principios de la década de 1990.