y pulsión de muerte. Cuando la libido no ha establecido aún el elemento afectivo y/o sensorial al
cual fijarse como forma de hacer consciente lo inconsciente o de hacer consciente una realidad
dolorosa, es posible pensar en la existencia de una fijación a un momento lógico elemental,
primario, que se corresponde con la libido intrasomática y con el yo real primitivo. Desde esta lógica,
se produce una alteración de la autoconservación debido a la permanencia en la fijación de la libido
intrasomática (Maldavsky, 1992). Por lo tanto, esta libido improcesable tiende a ser derivada al soma
como en el caso de los pacientes psicosomáticos o a la acción como en el caso de las patologías del
acto entre las que se incluye la violencia juvenil y los adolescentes en conflicto con la ley.
Uno de los autores posfreudianos que ha realizado aportes valiosos para comprender la
violencia es Winnicott (1990) quien la define como producto de un contexto desfavorable y de un
ambiente familiar poco facilitador. El autor recurre al concepto de deprivación para explicar lo que
denomina tendencia antisocial, la cual lleva a cometer actos delictivos en el hogar o en un ámbito
más amplio, a través de dos orientaciones. La primera orientación es el robo, en la cual el niño busca
algo en alguna parte y, al no encontrarlo, lo busca por otro lado si aún tiene esperanzas de hallarlo.
La segunda orientación es la destructividad, en la cual el niño busca el grado de estabilidad
ambiental capaz de resistir la tensión provocada por su conducta impulsiva, es decir, que busca un
suministro ambiental perdido, una actitud humana en la que el individuo pueda confiar y que, por
ende, lo deje en libertad para moverse, actuar y entusiasmarse (Quiroga y Cryan, 2011).
Para finalizar, en nuestro medio, se destacan los aportes de Berenstein (2000), quien
sostiene que la violencia se refiere a una cualidad de ciertas acciones y fuertes emociones ligadas a
la agresión, en la no tolerancia en el límite ofrecido por otro sujeto, su mente y, en especial, su
cuerpo. Diferencia distintos espacios mentales en los que habita el sujeto: individual, vincular y
social (Puget, 1988; Berenstein, 1990). Desde el punto de vista individual (intrasubjetivo), la violencia
surge de una acción que irrumpe desde el interior del mundo interno, lo cual incluye lo corporal y lo
mental, llevado a cabo por un objeto interno a un Yo del cual no tolera la separación y que tiene
como base un conjunto de imposiciones en situaciones infantiles de inermidad. Desde el punto de